Ya no nos satisface más que se explique la caída y el alza
de las acciones diciendo;
"Así lo quiere Dios".
Tal explicación coloca a la ignorancia y a la educación en
exacta igualdad, y en realidad impide explicar cosa alguna como es real y
debido. ¿Pretenderá el religioso que el verdadero propósito de la ciencia es
explicar cómo y por qué Dios actúa? Desde tal punto de vista, la ciencia
consistiría en la investigación de la ley de acción arbitraria y en un gran
esfuerzo para determinar las leyes que por necesidad obedecerá el capricho
infinito.
Desde el punto de vista filosófico, la ciencia es el
conocimiento de las leyes de la vida; de las condiciones conducentes a la
felicidad; de los hechos que nos rodean, y de las relaciones que mantenemos con
nuestros semejantes y las cosas por medio de las cuales el hombre sojuzga a la
naturaleza y somete las fuer zas elementales a su voluntad, haciendo de la
fuerza ciega un servidor de su cerebro. La creencia en una providencia especial
no deja lugar al espíritu de investigación y es incompatible con el es fuerzo
personal. ¿Por qué va un hombre a tratar de oponerse a los designios de Dios?
¿Quién de ustedes puede añadir un codo a su estatura? Bajo la influencia de esa
creencia, el hombre, iluminado por una ilusión, considera los lirios del campo
y descuida los planes para el mañana.
Creyéndose en las manos de un poder infinito, que en
cualquier momento lo puede lanzar al más profundo infierno o elevarlo al más
alto cielo, necesariamente abandona la idea de lograr algo por sus propios
esfuerzos. Mientras esa creencia era general, en el mundo reinaban la
ignorancia, la superstición y la miseria. Las energías humanas se
desperdiciaban en un vano esfuerzo por obtener la ayuda de ese poder, que se
suponía superior a la naturaleza. Por siglos incontables hasta seres humanos
eran sacrificados en el altar de este dios imposible.
Para agradarlo, las madres han vertido la sangre de sus
criaturas, los mártires han cantado himnos triunfales en medio de las llamas;
los sacerdotes se han hartado de sangre; las monjas han renunciado a los
éxtasis del amor; los viejos han implorado temblando; las mujeres han llorado y
suplicado; todo dolor ha sido soportado, y todo horror ha sido perpetrado.
A través de los tenebrosos largos años, la humanidad ha sufrido más de lo que uno puede concebir. La mayor parte de las miserias han sido sufridas por el débil, el amante, el inocente.
Las mujeres han sido tratadas como bestias ponzoñosas, y
niños pequeños han sido pisoteados como si fuesen sabandijas. Numerosos altares
se han enrojecido hasta con la sangre de bebés; bellas mozas han sido
entregadas a viscosas serpientes; razas humanas completas han sido condenadas a
siglos de esclavitud; en todas partes, atrocidades que el poder del genio es
incapaz de expresar. Durante todos esos años, los sufrientes han suplicado; los
labios marchitos de hambre han rezado; las pálidas víctimas han implorado; y el
cielo ha permanecido sordo y ciego.
¿De qué han servido los dioses al hombre? No es respuesta
decir que cierto dios creó el mundo y dictó ciertas leyes, y que entonces
volvió su atención a otros asuntos, dejando sus hijos débiles, ignorantes,
desvalidos, a librar la batalla de la vida solos. No es ninguna solución
declarar que en algún otro mundo este dios hará a unos pocos de sus súbditos, o
aunque fuese a todos, felices. ¿Qué derecho tenemos a esperar que un ser
perfectamente sabio, bueno y poderoso obre mejor que como ha obrado, como sigue
obrando? El mundo está lleno de imperfecciones.
Si fue hecho por un ser todopoderoso, ¿qué razón tenemos
para decir que lo hará más cerca de la perfección que lo está ahora? Si el
"Padre" todopoderoso permite a la mayoría de sus hijos vivir en la
ignorancia y la miseria ahora, ¿qué pruebas tenemos de que va a mejorar su
condición jamás? ¿Tendrá Dios mayor poder? ¿Se tornará más misericordioso?
¿Aumentará su amor hacia sus criaturas? ¿Pueden jamás cambiar su conducta la
sabiduría, el poder y el amor infinitos? ¿Es susceptible de mejorar en alguna
medida el infinito?
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