Rusia y el mundo en transformación
En artículos anteriores ya mencioné los desafíos externos más importantes que
tiene que afrontar la Rusia de hoy. Y no obstante, este tema merece ser tratado
con más detalle, no tanto porque la política exterior sea una parte integral de
cualquier estrategia nacional, sino también porque los retos del mundo en
transformación nos obliga a tomar decisiones en materia de economía, cultura,
presupuesto e inversiones.
Rusia es parte del mundo, tanto económica como culturalmente, y no podemos ni
queremos estar aislados. Contamos con que nuestra política de apertura
contribuirá a mejorar el bienestar y elevar la cultura de los ciudadanos de
Rusia y fortalecerá la confianza que es cada vez más escasa.
Pero vamos a basarnos, de manera consecuente, en nuestros propios intereses y
objetivos, no en decisiones ajenas. Rusia goza de respeto solo cuando está
fuerte y descansa firme sobre sus pies. Rusia tuvo casi siempre el privilegio de
aplicar una política exterior independiente, y seguirá haciéndolo en el futuro.
Es más, estoy convencido de que la seguridad en el mundo podrá ser garantizada
solo si se actúa conjuntamente con Rusia, no intentando dejarla de lado,
debilitar sus posiciones geopolíticas y dañar su capacidad de defensa.
Los objetivos de nuestra política exterior son de carácter estratégico, no
dependen de la coyuntura y corresponden al lugar que ocupa Rusia en el mapa
político mundial, a su papel en la historia y en el desarrollo de las
civilizaciones.
Continuaremos, sin duda alguna, manteniendo de manera activa y constructiva
el rumbo hacia el fortalecimiento de la seguridad global, la renuncia a la
confrontación y la lucha eficaz contra amenazas como la proliferación de armas
nucleares, los conflictos y crisis regionales, el terrorismo y el tráfico de
drogas. Haremos todo para que Rusia tenga acceso a los últimos avances del
progreso científico y tecnológico y para que nuestros empresarios ocupen un
digno lugar en el mercado global.
Intentaremos que la formación del nuevo orden mundial basado en la realidad
geopolítica actual se lleve a cabo de manera paulatina, sin convulsiones
innecesarias.
Quienes socavan la credibilidad de Rusia
Considero, como antes, que entre los principios más importantes está el
carácter indivisible de la seguridad de todos los Estados, la inadmisibilidad
del uso exagerado de la fuerza y el cumplimiento incondicional de las normas
básicas del derecho internacional. El abandono de estos principios conduce a la
desestabilización de las relaciones internacionales. Desde esta perspectiva
vemos algunos aspectos de la actuación de EEUU y la OTAN que no se enmarcan en
la lógica del desarrollo moderno, se basan en los tópicos de la “política de
bloques”. Todos comprenden a lo que me refiero: a la ampliación de la OTAN, que
se traduce en el despliegue de nuevas instalaciones de infraestructura militar y
planes (de autoría estadounidense) de crear un escudo antimisiles en Europa. No
tocaría el tema si estos juegos no se realizaran en las inmediaciones de las
fronteras rusas, si no perjudicaran nuestra seguridad, si no afectaran a la
estabilidad en el mundo.
Nuestros argumentos son bien conocidos, no volveré a exponerlos en detalle,
pero desgraciadamente no son escuchados en Occidente. Nos preocupa que, aunque
el perfil de nuestras “nuevas” relaciones con la OTAN no está del todo definido,
esta organización ya está actuando de una manera que no contribuye precisamente
a aumentar la confianza. Estas acciones afectan al mismo tiempo al cumplimiento
de las tareas globales, impiden fijar un rumbo positivo en las relaciones
internacionales y frenan su ajuste constructivo.
Una serie de los conflictos armados justificados por fines humanitarios
socava el principio sagrado de soberanía estatal. En las relaciones
internacionales se produce otro vacío: jurídico y ético.
Se oye a menudo que los derechos humanos priman sobre la soberanía estatal.
Es indudablemente así – los crímenes de lesa Humanidad tienen que ser castigados
por un tribunal internacional– pero si en el uso de este principio se viola con
facilidad la soberanía estatal, si los derechos humanos se protegen desde el
exterior y mediante votación, y en el proceso de la “defensa” se violan los
mismos derechos de una gran cantidad de personas (incluido el derecho más
básico, el derecho a la vida), no se trata de una causa noble sino de una
demagogia elemental.
Es importante que la ONU y el Consejo de Seguridad sean capaces de oponerse
al dictado de ciertos países y al abuso en el escenario internacional. Nadie
tiene derecho a usurpar las facultades y competencias de la ONU, especialmente
en lo que se refiere al uso de la fuerza contra los estados soberanos. Se trata
en primer lugar de la OTAN, que intenta asumir funciones impropias de una
“alianza para la defensa”. Todo esto es muy grave y recordamos muy bien cómo
habían exhortado en vano a cumplir con las normas legales y a comportarse de
acuerdo con los principios morales los estados que cayeron víctimas de las
operaciones “humanitarias” y la exportación de la democracia con misiles y
bombas. Se les hizo el caso omiso.
Parece que los miembros de la OTAN, sobre todo EEUU, tienen su propio
concepto de la seguridad, que difiere fundamentalmente del nuestro. Los
estadounidenses están obsesionados con la idea de asegurar su absoluta
invulnerabilidad, lo cual, de paso sea dicho, es utópico e imposible de realizar
tanto en el plano tecnológico como geopolítico. Pero en esto radica el problema
y esta perspectiva es inadmisible. Otra cosa es que muchos países, por razones
de sobra conocidas, prefieran no hablar de ello. Rusia, en cambio, siempre
llamará las cosas por su nombre y lo hará abiertamente. Vuelvo a subrayar que
el incumplimiento del principio de que la seguridad es indivisble – en contra de
las múltiples declaraciones sobre la fidelidad al mismo – supone numerosas
amenazas. También para los estados que por varios motivos promueven este
incumplimiento.
La “primavera árabe”: lecciones y conclusiones
Hace un año hizo su aparición en el escenario mundial un fenómeno nuevo: las
movilizaciones casi simultáneas en muchos países árabes contra sus regímenes
políticos autoritarios. La “primavera árabe” fue interpretada en un primer
momento como una esperanza de cambios positivos y los ciudadanos rusos estaban
claramente del lado de los que luchaban por las reformas democráticas. Muy
pronto, sin embargo, se hizo evidente que en muchos países los acontecimientos
se estaban desarrollando en un escenario que no era en absoluto civilizado. En
lugar de la consolidación de la democracia, en lugar de la protección de los
derechos de las minorías, empezó a ser frecuente la persecución de los
adversarios políticos, acompañada de un simple cambio en el que una fuerza era
sustituida por otra todavía más opresora.
El matiz negativo que ha adquirido el desarrollo de los acontecimientos en el
mundo árabe ha venido dado por la intervención exterior en apoyo de una de las
partes de estos conflictos internos y por el carácter militar de dicha
intervención. Hasta el punto de que una serie de países, bajo la bandera de las
razones humanitarias, llegaron a acabar con el régimen libio con la ayuda de los
ataques aéreos. Y, como 'culmen' quedan las escenas terribles de la venganza
contra Muamar Gadafi, dignas no ya de la Edad Media, sino de una época
primitiva.
No podemos permitir que alguien intente repetir en Siria el escenario libio.
Los esfuerzos de la comunidad internacional deben estar encaminados ante todo a
buscar fórmulas de conciliación entre los sirios. Es vital lograr cuanto antes
el cese de la violencia, sea cual sea su origen, e iniciar un diálogo que
incluya a todos los elementos de la sociedad siria: diálogo que ha de entablarse
sin condiciones previas, sin intervención de potencias extranjeras y con respeto
de la soberanía siria. Esto crearía las condiciones para que las promesas de
democratización de las autoridades sirias se hicieran realidad. Lo más
importante ahora es evitar el estallido de una guerra civil abierta. Esto es lo
que siempre ha tenido en cuenta la diplomacia rusa y, en el futuro, seguirá
trabajando en esta línea.
Escarmentados por las amargas experiencias del
pasado, nos declaramos en contra de la adopción de resoluciones del Consejo de
Seguridad de la ONU que puedan ser interpretadas como una señal para la
intervención militar en los asuntos internos de Siria.
Precisamente por mantenernos fieles a esos principios, Rusia votó junto con
China a principios de febrero contra una resolución que estaba pensada para
tener una lectura ambigua y que, en la práctica, habría supuesto un estímulo
para las acciones violentas de una de las partes de este conflicto interno.
En este sentido, en un contexto de reacción muy negativa –rayana con la
histeria- ante el veto ruso-chino querría lanzar una advertencia a nuestros
colegas occidentales para que eviten la tentación del recurso a un esquema que
ya han empleado con anterioridad y que podría resumirse así: si tenemos el
beneplácito del Consejo de Seguridad de la ONU para una u otra acción, bien; que
no lo tenemos, pues formaremos una coalición de los estados que puedan estar
interesados en dicha acción y atacaremos.
La lógica misma de ese modo de actuar es contraproducente, peligrosa y no
puede traer nada bueno. Y, en cualquier caso, no ayuda a resolver la situación
del país en que tiene lugar el conflicto. Por si fuera poco, rompe los
equilibrios en los que está basado el sistema de seguridad internacional y mina
la autoridad y el papel central de la ONU. Es quizá el momento de recordar que
el derecho de veto no es una fórmula caprichosa, sino una parte consustancial
del sistema de gestión de conflictos, incluida por cierto en la Carta de
Naciones Unidas a petición de EEUU. El sentido del veto viene dado por el
reconocimiento de que no pueden ser efectivas las medidas propuestas contra las
que se manifieste aunque sea uno solo de los miembros permanentes del Consejo de
Seguridad.
Confío en que EEUU y los demás países hayan aprendido de las recientes
amargas experiencias y renuncien a actuar militarmente en Siria sin el respaldo
del Consejo de Seguridad. Me cuesta entender el origen y la necesidad de esas
ansias bélicas y por qué no hay la paciencia suficiente para elaborar una
posición colectiva equilibrada y bien pensada. Mucho más cuando se estaba cerca
de dicho compromiso antes de la propuesta de resolución sobre Siria. Quedaba tan
sólo exigir a la oposición armada lo mismo que se pretendía exigir al Gobierno:
que se evacuaran de las ciudades todas las unidades militares. El rechazo de tal
condición es bastante cínico: si lo que queremos es asegurar la seguridad de la
población civil –objetivo fundamental desde el punto de vista de Rusia- será
necesario hacer entrar en razón a todas las partes del enfrentamiento
armado.
Pero hay otro aspecto que me gustaría señalar. No es casualidad que, en todos
los países que han pasado una de estas olas de la “primavera árabe” e igual que
ocurrió antes en Irak, las empresas rusas pierdan sus posiciones en los mercados
locales y se ven privadas de importantes negocios. Son posiciones que han estado
trabajándose durante décadas y cuyos nichos son ocupados por operadores de los
países que tomaron parte en la caída de los regímenes anteriores.
Alguien podría pensar que, hasta cierto punto, todos esos trágicos
acontecimientos han sido provocados no por una preocupación por los derechos
humanos, sino por el interés de algunos en conquistar esos mercados. Sea como
sea, es evidente que no podemos permanecer de brazos cruzados. Al contrario,
estamos decididos a colaborar activamente con las nuevas autoridades de los
países árabes para recuperar rápidamente nuestras posiciones económicas.
En términos más generales los acontecimientos en el mundo árabe permiten
extraer algunas importantes lecciones. Los hechos demuestran a las claras que
los intentos de introducir la democracia con el uso de la fuerza pueden –y
frecuentemente así ocurre- producir resultados completamente opuestos a los
deseados. De lo más profundo surgen fuerzas políticas –como, por ejemplo, los
extremismos religiosos- que intentan cambiar el curso de desarrollo de los
distintos países, incluido el carácter laico de los estados.
Rusia siempre ha tenido buenas relaciones con los representantes del Islam
moderado cuya visión del mundo es muy cercana a las tradiciones de los
musulmanes rusos. Estamos dispuestos a desarrollar aun más esas relaciones
también en las condiciones actuales. Estamos interesados en dinamizar los
contactos políticos y económico-comerciales con todos los países árabes; entre
ellos, me gustaría insistir en este punto, también con los países que acaban de
padecer este período de convulsiones internas. Es más, creo firmemente que se
dan las condiciones para que Rusia siga conservando sus posiciones en la zona de
Oriente Próximo, área en la que siempre hemos tenido muchos amigos y
aliados.
Por lo que se refiere al conflicto árabe-israelí, hay que reconocer que nadie
ha dado todavía con la “receta mágica” para solucionarlo de una vez por todas.
Pero hay que seguir intentándolo. Teniendo muy en cuenta nuestras buenas
relaciones con las autoridades israelíes y con los líderes palestinos, la
diplomacia rusa continuará esforzándose para el restablecimiento del proceso de
paz, tanto en sus contactos bilaterales como en el marco del “cuarteto de
Oriente Próximo”, coordinándose siempre con las acciones de la Liga Árabe.
La 'primavera árabe' ha mostrado también claramente que la opinión pública
mundial en nuestro tiempo se forma haciendo uso de las más avanzadas tecnologías
de la información y la comunicación. Se puede afirmar que Internet, las redes
sociales, los teléfonos móviles y demás se han convertido – junto con la
televisión- en un instrumento muy efectivo de la política interna e
internacional. Se trata de un nuevo factor que habrá que tener en cuenta, entre
otras cosas para que, con el aumento de la libertad de comunicación que da
Internet, seamos capaces de hacer disminuir el riesgo de su uso por grupos
criminales y terroristas.
Cada vez tiene más importancia la idea del llamado “poder blando” (soft
power), bajo la cual se engloban una serie de instrumentos y métodos usados para
alcanzar los objetivos de política exterior de los estados pero que no están
basados en el uso de la fuerza sino en el empleo de recursos de tipo informativo
u otras palancas para ejercer influencia. Por desgracia, estos métodos son
usados con frecuencia para incitar al extremismo, el separatismo, el
nacionalismo o bien para manipular a la opinión pública y para intervenir en los
asuntos internos de estados soberanos.
Tenemos que ser capaces de trazar una línea clara que distinga la libertad de
expresión y las actividades políticas normales de esos otros instrumentos
ilegales de ese “poder blando”. Cómo no saludar la labor civilizada de las
organizaciones no gubernamentales de carácter humanitario y filantrópico: entre
ellas aquéllas que llevan a cabo una crítica de las autoridades públicas. No
debemos tolerar, sin embargo, las actividades de esas otras pseudo ONG que
persiguen la desestabilización desde el exterior de ciertos países.
Pienso ahora en los casos en los que las actividades de una organización no
gubernamental no surgen de los intereses (y recursos) de unos u otros grupos
sociales locales, sino que se financian y se monitorizan por fuerzas externas.
En el mundo hay hoy en día muchos agentes encargados de hacer progresar los
intereses de los estados, empresas y bloques más fuertes. Cuando actúan de un
modo abierto estamos simplemente ante una de las formas civilizadas que usan en
todo el mundo los grupos de presión. Rusia también cuenta con este tipo de
institutos: la Agencia Rusa de Cooperación, el Fondo 'Mundo Ruso', nuestras
mejores universidades ampliando la búsqueda de estudiantes de talento fuera de
nuestras fronteras, etc.
Rusia, sin embargo, no utiliza a las organizaciones no gubernamentales de
otros países, no financia ONG o partidos políticos de otros países para
promocionar sus intereses. Es algo que tampoco hacen China, la India o Brasil.
Somos de la opinión de que la influencia en la política interna y en la
formación de la opinión pública de otros países ha de hacerse con total
transparencia, para que todos los actores puedan hacerse responsables de sus
acciones.
Nuevos retos y amenazas
Actualmente, es Irán el que acapara la atención de todos. Rusia, sin lugar a
dudas, siente preocupación por un eventual ataque militar contra este país que
podría tener consecuencias realmente desastrosas. Consecuencias cuya envergadura
es imposible calcular en estos momentos.
Estoy convencido de que el problema iraní ha de ser solucionado únicamente
por vía pacífica. La propuesta de Rusia consiste en que se reconozca el derecho
de Teherán de desarrollar programas nucleares con fines civiles, incluido el
enriquecimiento de uranio. Este derecho habría de concederse a cambio de un
control completo de todas las actividades de Irán en este campo por parte del
Organismo Internacional de Energía Atómica. En cuyo caso se podrían suspender
todas las sanciones, incluidas las unilaterales, introducidas contra Irán.
En los últimos tiempos Occidente se ha dejado llevar por las “operaciones de
castigo” contra ciertos países, no dejando de alternar el uso de sanciones con
las operaciones militares. Sin embargo, ya no estamos en el siglo XIX: no
parecen éstas las medidas más apropiadas para el siglo XXI.
Una situación no menos preocupante se vive en torno al problema nuclear
coreano. Pyongyang, violando las normas del régimen de no proliferación, anuncia
abiertamente sus pretensiones de uso militar de la energía atómica y en dos
ocasiones ha llevado a cabo pruebas nucleares.
El estatus nuclear de Corea del Norte es inaceptable para Rusia. Siempre nos
hemos pronunciado a favor de la desnuclearización de la Península Coreana que ha
de realizarse únicamente por métodos políticos y diplomáticos. Con este objetivo
Moscú aboga por la urgente reanudación de las negociaciones a seis bandas.
Sin embargo, no todos nuestros aliados parecen compartir esta opinión. No
cabe duda de que actualmente todos han de actuar con suma cautela: bajo ningún
concepto habría que someter a presión al nuevo líder de Corea del Norte, paso
que no tardaría en provocar una actuación precipitada por parte de
Pyongyang.
Recordemos que Corea del Norte y Rusia son países limítrofes. Es bien sabido
que uno no puede elegir a sus vecinos y, por lo tanto, Moscú seguirá manteniendo
un intenso diálogo con las autoridades norcoreanas y fomentando las relaciones
de buena vecindad, instando al mismo tiempo a Pyongyang a dar solución al
problema nuclear.
Es evidente que este objetivo será más fácil de conseguir si en la Península
reina un ambiente de confianza mutua y si se llega a reanudar el diálogo
intercoreano.
Dadas estas tensiones generadas por los programas nucleares de Irán y Corea
del Norte, uno se pone a pensar involuntariamente en los riesgos de la
proliferación nuclear y en cómo pueden verse aumentados por los casos de torpe
intervención en los asuntos internos de un país. Los regímenes autoritarios (y
no sólo ellos) pueden sentir la tentación de optar por la posesión de
tecnologías nucleares, esperando que nadie se atreva a meterse con ellos en este
caso. Desde su punto de vista, el que no disponga de bomba atómica corre el
peligro de verse sometido a una “intervención con fines humanitarios”.
Nos guste o no, la intervención desde fuera no hace sino provocar este tipo
de ideas. Por esta razón, crece el número de países que se acercan cada día más
a la posesión de armas nucleares. En estas condiciones, aumenta la importancia
de la creación en diversas partes del mundo de las zonas libres de armas de
destrucción masiva. A iniciativa de Rusia se han empezado a negociar los
parámetros de la creación de una zona de estas características en Oriente
Próximo.
Es necesario hacer todo lo posible para que ningún país sienta la tentación
de tener a su disposición un arma nuclear. Para ello, quienes luchan contra la
proliferación han de cambiar la manera de comportarse, sobre todo aquellos
acostumbrados a usar la fuerza militar contra los países desobedientes sin haber
cedido antes paso a la diplomacia. Ocurrió por ejemplo en Irak, cuyos problemas
no han hecho sino agravarse después de una década de ocupación.
Si se logran eliminar los estímulos que empujan a los Estados a poseer armas
nucleares, se podría conseguir mediante los acuerdos internacionales vigentes
que el régimen de no proliferación tenga una aplicación verdaderamente universal
e inequívoca. Esta opción permitiría a todos los países interesados aprovechar
los beneficios del “átomo pacífico”, pero bajo un estricto control del Organismo
Internacional de Energía Atómica.
Ello beneficiaría sobremanera a Rusia, dado que el país trabaja activamente
en los mercados internacionales llevando a cabo proyectos de construcción de
centrales nucleares y usando tecnologías modernas y seguras, a la vez que
participa en la creación de centros de enriquecimiento de uranio y de bancos de
combustible nuclear.
No deja de suscitar preocupación en Rusia el futuro de Afganistán. Como bien
se sabe, Moscú apoyó la operación militar encaminada a prestar a este país ayuda
humanitaria. Sin embargo, el contingente militar bajo el mando de la ONU no ha
alcanzado los objetivos planteados: las amenazas de terrorismo y de tráfico de
drogas por parte de Afganistán no pierden su intensidad. Tras anunciar su
retirada en 2014, Estados Unidos procedió a crear en el país y en los países
vecinos bases militares sin mandato, objetivos ni plazos de funcionamiento
determinados. Por supuesto, Rusia no puede estar de acuerdo con esa
situación.
Rusia tiene en Afganistán unos intereses evidentes y absolutamente lógicos:
es un Estado vecino y, por lo tanto, Moscú está sumamente interesado en que se
desarrolle de una manera sostenible y pacífica. Y, lo más importante, que deje
de ser foco de tráfico de drogas. El tráfico de droga se ha convertido en un
problema de lo más acuciante, que mina la genética de generaciones enteras y
sirve de caldo de cultivo para la corrupción y el crimen organizado,
desestabilizando al mismo tiempo la situación en el propio Afganistán. Merece la
pena señalar que la producción de droga en el país, lejos de reducirse, aumentó
el año pasado casi en un 40%. Rusia ha de enfrentarse a una verdadera invasión
de heroína que causa un daño enorme a la salud de los habitantes del país.
Teniendo en cuenta las dimensiones de la amenaza que supone el narcotráfico
afgano, es imprescindible mancomunar los esfuerzos para combatirla, involucrando
a la ONU y a las organizaciones de cooperación regionales, la Organización del
Tratado de Seguridad Colectiva, la Organización de Cooperación de Shanghai y la
Comunidad de los Estados Independientes. Estamos dispuestos a considerar ampliar
la participación de Rusia en la ayuda ofrecida al pueblo afgano, pero a
condición de que el contingente internacional emplazado en Afganistán actúe de
una manera más activa y respetando los intereses de Rusia, dedicándose a
destruir los cultivos de adormidera y los laboratorios de producción de
drogas.
Una lucha más activa contra el narcotráfico en Afganistán ha de ir acompañada
por el corte de las rutas de tráfico de los derivados del opio a los mercados
exteriores, la interrupción de los flujos financieros que sustentan el tráfico
de drogas y de las sustancias químicas usadas en la producción de la heroína. El
objetivo sería vertebrar en la región un sistema completo de seguridad
antidroga. Rusia ofrecería asistencia real a una eficiente cooperación de la
comunidad internacional para conseguir invertir la peligrosa tendencia de
aumento de las amenazas del narcotráfico.
Es difícil pronosticar el futuro desarrollo de los acontecimientos en
Afganistán. La Historia ha demostrado que la ocupación militar extranjera nunca
ha traído paz a este país, siendo los afganos los únicos en poder solucionar sus
problemas internos. A mi juicio, el papel de Rusia consiste en ayudar a
Afganistán, en cooperación con los países vecinos, a crear una economía
sostenible, elevar la eficiencia de las Fuerzas Armadas del país para que sean
capaces de contrarrestar las amenazas del terrorismo y del tráfico de drogas. No
nos oponemos a que al proceso de reconciliación nacional se incorporen también
representantes de la oposición armada, incluidos los talibanes, pero sólo a
condición de que renuncien a la violencia, reconozcan la Constitución del país y
rompan todo vínculo con Al Qaeda y otras organizaciones terroristas. Creo
bastante factible la construcción de un Estado afgano pacífico, estable,
independiente y neutral.
La inestabilidad política que perdura años y décadas crea unas condiciones
propicias para el desarrollo del terrorismo internacional. La comunidad
internacional coincide en que es uno de los retos más peligrosos de la
actualidad. Quisiera señalar que las zonas de tensiones que generan la amenaza
del terrorismo se encuentran a poca distancia de las fronteras rusas, más cerca
de nuestro país que de nuestros aliados europeos y de EEUU. La ONU ha aprobado
una Estrategia Global de las Naciones Unidas contra el Terrorismo, pero da la
sensación de que todavía no se ha trazado un plan común para combatir de manera
consecuente este mal, sino que se actúa en respuesta a las muestras más atroces
de terrorismo, cuando la opinión pública se muestra más indignada con la
insolencia de los terroristas. El mundo civilizado no ha de esperar a que se
produzcan tales tragedias como el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva
York o la ocupación de un colegio con niños dentro ocurrida en Osetia del Norte
el 1 de septiembre de 2004, para empezar a actuar con determinación y
unanimidad.
Tampoco querría subestimar los resultados ya conseguidos en la lucha contra
el terrorismo internacional: en los últimos años se ha intensificado la
cooperación entre los servicios secretos y los organismos del mantenimiento del
orden público de los diferentes países. Sin embargo, sigue existiendo un “doble
rasero”: en algunos países los terroristas se ven como delincuentes peligrosos y
en algunos, no tanto. En este último caso se suele aprovechar los grupos
terroristas en función de los intereses políticos, como por ejemplo para
amenazar a los regímenes caídos en desgracia.
En mi opinión, en la prevención del terrorismo han de participar ampliamente
todas las instituciones sociales: los medios de comunicación, las distintas
confesiones religiosas, las organizaciones no gubernamentales, las instituciones
educativas y científicas, los círculos empresariales. Es necesario un diálogo
entre las religiones y, en un sentido más amplio, un diálogo de civilizaciones.
Rusia es un Estado donde conviven muchas religiones y nunca ha habido guerras
religiosas. Tenemos, pues, algo que aportar a ese diálogo
internacional.
Mayor protagonismo de la región Asia-Pacífico
Nuestro país linda con China, el centro de la economía global de mayor
importancia. Ahora está muy de moda hablar de su futuro papel en la economía
global y asuntos internacionales. El año pasado el PIB de China llegó a ocupar
el segundo lugar del mundo, y en los próximos años ya -según las estimaciones de
expertos internacionales, incluidos los estadounidenses- China adelantará a EEUU
en este sentido. También vemos crecer la potencia general de la República
Popular de China, incluida la posibilidad de la proyección de su fuerza en
distintas regiones.
¿Cómo debemos actuar, tomando en consideración el factor del fortalecimiento
dinámico de China?
En primer lugar, estoy seguro de que el crecimiento de la economía china no
es una amenaza, sino un reto, que entraña un enorme potencial para la
cooperación empresarial, una posibilidad de captar el viento chino en las velas
de la economía rusa. Tenemos que intensificar el establecimiento de nuevas
relaciones de cooperación, combinando las posibilidades tecnológicas y
productivas de los dos países y aprovechando, de manera razonable, claro está,
el potencial chino para el desarrollo económico de Siberia y del Oriente
Lejano.
En segundo lugar, el comportamiento de China en el escenario internacional no
da motivos para decir que aspire al predominio mundial. Es verdad que la voz de
China en el mundo suena cada vez más firme, y lo aplaudimos: Pekín comparte
nuestra visión de un orden mundial igualitario . Seguiremos prestando apoyo
mutuo en el escenario internacional, lucharemos juntos contra los problemas
acuciantes a nivel regional y global, intensificaremos la cooperación en el
marco del Consejo de Seguridad de la ONU, de los países del grupo BRICS (Brasil,
Rusia, India, China, Sudáfrica), de la Organización de Cooperación de Shanghai
(OCS), del Grupo de los Veinte (G20) y demás mecanismos multilaterales.
En tercer lugar, tenemos resueltos todos los problemas políticos de
importancia con China, incluido el principal: el de las fronteras. Hemos creado
un mecanismo de relaciones bilaterales sólido, formalizado con documentos
vinculantes. Hemos alcanzado un nivel de confianza mutua entre los gobiernos de
los dos países altísimo, sin precedentes. Todo ello nos permite a los rusos y a
los chinos actuar como verdaderos socios, partiendo del pragmatismo y tomando en
consideración los intereses mutuos. El existente modelo de relaciones entre
Rusia y China tiene buenas perspectivas, aunque eso tampoco significa que no
tengamos ningún problema con China. Hay ciertas asperezas y algunas veces
tenemos intereses comerciales contradictorios en otros países. Tampoco estamos
muy contentos con la estructura del intercambio comercial y con el bajo nivel de
inversiones mutuas. Seguiremos controlando detenidamente los flujos migratorios
de China, pero mi idea principal consiste en que Rusia necesita una China
estable y floreciente. Y China, a su vez, estoy seguro de ello, necesita una
Rusia fuerte y exitosa.
Un crecimiento muy rápido lo manifiesta también otro gigante asiático, India.
Rusia e India mantienen una larga tradición de amistad, calificada por los
gobiernos de los dos países como cooperación estratégica especialmente
privilegiada. La consolidación de esta cooperación aportará no sólo a nuestros
países, sino también al sistema mundial multipolar en proceso formación.
Aparte de China e India, vemos crecer toda la región Asia-Pacífico, lo que
abre nuevos horizontes para un trabajo fructífero en el marco de la presidencia
rusa en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). El próximo
septiembre acogeremos la cumbre de este organismo en Vladivostok. Para todo ello
llevamos a cabo preparativos, creamos una infraestructura moderna, que por sí
contribuirá al futuro desarrollo de Siberia y del Oriente Lejano, permitiendo a
nuestro país ampliar su participación en los procesos de integración dinámicos
de la "nueva Asia".
Damos y seguiremos dando prioridad a la interacción con nuestros socios del
BRICS. Esta estructura única, creada en el año 2006, es la muestra más evidente
de la transición de un mundo unipolar a un orden más justo. Une cinco países con
casi 3.000 millones de habitantes, las economías en desarrollo más grandes con
unos recursos naturales y laborales colosales y unos mercados internos enormes.
La integración de Sudáfrica le otorgó al BRICS un formato global, en sentido
literal de esta palabra. Hoy le corresponde ya más del 25% del PIB del
planeta.
Estamos aprendiendo a trabajar juntos, acomodándonos los unos a los otros.
Todavía nos queda, entre otras cosas, organizar una coordinación más estrecha en
lo que se refiere al dossier de política externa, trabajar de manera más activa
en la plataforma de la ONU. Pero en cuanto el "grupo de los cinco" BRICS empiece
a funcionar en un 100%, influirá en la economía y la política internacional
considerablemente.
En los últimos años tanto los diplomáticos rusos como el sector de negocio
prestan más atención al desarrollo de la cooperación con los países de Asia,
América Latina y África. Se trata de unas regiones que siguen teniendo una
predisposición fuerte y sincera hacia Rusia. Veo como una de las tareas clave
para el futuro próximo la intensificación de cooperación comercial y económica
con ellas, el desarrollo de proyectos conjuntos en el campo de energía
eléctrica, infraestructura, inversiones, ciencia y tecnología, servicios
bancarios y turismo.
El creciente papel de dichos continentes en el sistema democrático de
gobernación de la economía global y finanzas en formación lo reflejan las
actividades del Grupo de los Veinte. Creo que este grupo se convertirá pronto en
una herramienta de importancia estratégica no sólo para las situaciones de
crisis, sino también para la reforma a largo plazo de la arquitectura financiera
y económica internacional. Rusia presidirá el Grupo de los Veinte en 2013. Estoy
seguro de que tenemos que aprovechar también la presidencia para reforzar la
cooperación del G-20 con otras estructuras multilaterales, en primer lugar, con
el Grupo de los Ocho y, claro está, con la ONU.
Factor europeo
Rusia es parte inalienable y orgánica de la Gran Europa, de la amplia
civilización europea. Nuestros ciudadanos se sienten europeos y para nosotros es
de mucha importancia cómo se desarrolla la situación en la Europa común.
Precisamente por eso, Rusia propone avanzar hacia la creación en el
territorio desde el Atlántico hasta el Pacífico de un espacio económico y humano
común, de una comunidad que los expertos rusos llaman "la Unión de Europa”, que
aumentará las capacidades y afianzará las posiciones de Rusia en sus contactos
económicos con la “nueva Asia”.
El auge de China, India y otras economías emergentes hace percibir de manera
más dolorosa las convulsiones económicas en Europa, el antiguo oasis de orden y
estabilidad. La crisis que afecta a Europa no puede sino afectar también los
intereses de Rusia, ante todo a causa de que la UE es uno de nuestros socios más
grandes en los campos de comercio y economía exterior. También es evidente que
de la situación en Europa dependen, en buena medida, las perspectivas de
desarrollo de toda la arquitectura económica global.
Rusia toma parte activa
en las medidas internacionales para el apoyo a las afectadas economías europeas,
participa de una manera consecutiva en la elaboración de las resoluciones
colectivas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Tampoco descartamos la
posibilidad de prestar ayuda financiera directa, en ciertos casos.
Sin embargo, creo que las inyecciones de ayuda financiera externa son capaces
de resolver el problema solo en parte. Para un arreglo exhaustivo de la
situación hacen falta medidas enérgicas de carácter sistémico. Los líderes
europeos afrontan la tarea de realizar transformaciones a gran escala para
cambiar la naturaleza de muchos mecanismos financiero-económicos y asegurar la
verdadera disciplina presupuestaria. Estamos interesados en una UE fuerte, como
la ven, por ejemplo, Alemania y Francia. Estamos interesados en realizar las
múltiples capacidades de la cooperación entre Rusia y la UE.
El actual nivel de interacción entre Rusia y la UE no llega a corresponder a
los retos globales, ante todo en lo que al aumento de la competitividad de
nuestro continente común se refiere. Vuelvo a proponer el proyecto de crear una
comunidad de economías desde Lisboa hasta Vladivostok. Para acercarse, más
tarde, a la formación de una zona de libre comercio e incluso de mecanismos más
avanzados de la integración económica. Entonces obtendremos un mercado
continental común de billones de euros. ¿Acaso puede dudar alguien que esto
sería estupendo, y correspondería a los intereses de los rusos y los
europeos?
También cabe pensar en la cooperación más profunda en la esfera energética:
hasta la creación de un complejo energético europeo común. En esta dirección se
dan pasos importantes, como la construcción de los gasoductos Nord Stream, por
el fondo del Báltico, y South Stream, por el fondo del mar Negro. Estos
proyectos son apoyados por los gobiernos de muchos países, en ellos participan
las empresas energéticas europeas más grandes. Cuando estén puestos en
explotación en pleno, Europa obtendrá un sistema de distribución de gas seguro y
flexible, que no dependerá de ningunos caprichos políticos, lo que permitirá
afianzar la seguridad energética del continente no sólo en palabras, sino
realmente. Esta tarea es tanto más relevante a la luz de la decisión de algunos
Estados europeos de reducir o incluso renunciar por completo al uso de la
energía nuclear.
Francamente, “tercer paquete energético” promovido por la Comisión Europea,
destinado a desplazar las empresas energéticas rusas, no contribuye en absoluto
a afianzar nuestras relaciones. Más aun, teniendo en cuenta la creciente
desestabilización que afecta a los suministradores de recursos energéticos
alternativos a Rusia, este paquete agudiza los riesgos sistémicos de la propia
situación energética europea y el rechazo de los potenciales inversores a nuevos
proyectos de infraestructura. En conversación privada, muchos políticos europeos
criticaron el paquete. Hay que aunar voluntades para eliminar este obstáculo en
el camino hacia una cooperación mutuamente provechosa.
Creo que una verdadera cooperación entre Rusia y la Unión Europea será
imposible hasta que existan las barreras que impidan los contactos personales y
económicos, en primer lugar, el régimen de visados. La supresión de visados
constituiría un impulso poderoso para la verdadera integración entre Rusia y la
UE, ayudaría a ampliar los lazos culturales y empresariales, sobre todo para
empresas pequeñas y medianas. Los temores de los europeos de que vengan los
llamados emigrantes económicos rusos son infundados. Nuestra gente tiene
posibilidades para aplicar sus fuerzas y sus habilidades en Rusia; estas
posibilidades son cada vez mayores.
En diciembre de 2011 acordamos con la UE los pasos recíprocos para la
eliminación de visados. Es posible y necesario plasmarlos sin perder tiempo. Me
refiero a que tenemos que seguir trabajando con ello sin escatimar esfuerzos.
Relaciones ruso-estadounidenses
Durante los últimos años, se han hecho muchos esfuerzos para desarrollar las
relaciones ruso-estadounidenses. Pero no se ha logrado llegar a un acuerdo sobre
la producción de un cambio fundamental en la matriz de estas relaciones, que
siguen mejorando y empeorando.
Esta cooperación inestable entre Rusia y EEUU, es consecuencia de
estereotipos y fobias tradicionales que subsisten hasta hoy en las relaciones
ruso-estadounidenses, entre otras cosas. Se puede citar como ejemplo la imagen
de Rusia en el Capitolio de los Estados Unidos. Pero el problema principal
consiste en que el diálogo político y la cooperación entre Moscú y Washington
carecen de sólido fundamento económico. El comercio bilateral no corresponde al
potencial económico de nuestros países y las inversiones mutuas afrontan los
mismos obstáculos. Así las cosas, no se ha creado una malla de seguridad que
podría evitar que nuestras relaciones no dependiesen de los altibajos
coyunturales. Tenemos que trabajar en esto.
Tampoco contribuyen a fomentar la comprensión mutua los sistemáticos intentos
de EEUU de ocuparse de “ingeniería política” durante las campañas electorales en
Rusia, sobre todo en las regiones que tradicionalmente han sido de mucha
importancia para Rusia.
Quisiera recordar que Moscú está preocupado por los planes de EEUU de
desplegar el sistema de defensa antimisiles (DAM) en Europa. ¿Por qué este
sistema nos preocupa más que a otros? Porque solo amenaza a las fuerzas
estratégicas de disuasión nuclear de Rusia en este escenario de operaciones, y
además podría alterar el equilibrio político y militar en el mundo que se ha
mantenido durante varias décadas.
El nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas Ofensivas (START) firmado
por Rusia y EEUU en 2010 establece vínculos directos entre el DAM y las armas
estratégicas ofensivas. El Tratado entró en vigor y demostró su eficacia. Su
suscripción fue un gran éxito en el ámbito de la política exterior. Estamos
dispuestos a considerar varias versiones de nuestra agenda bilateral con EEUU en
materia de control de las armas durante el período estipulado. Pero es
indispensable que se tomen en consideración el equilibrio de intereses y que
ninguna de las partes busque obtener ventajas unilaterales mediante
negociaciones. Quisiera recordar que ya en 2007 propuse una posible solución al
problema del despliegue del escudo antimisiles al entonces presidente de EEUU,
George W. Bush, durante nuestro encuentro en Kennebunkport. Si esta solución
hubiera sido aprobada, habría cambiado las relaciones ruso-estadounidenses y
contribuido a un desarrollo positivo de la situación.
Además, si en aquella época hubiéramos conseguido un progreso notable en el
ámbito del DAM, esto literalmente habría abierto las compuertas para desarrollar
un modelo de cooperación absolutamente nueva, más bien parecida a la cooperación
entre los aliados, en otros sectores también.
Pero esto no se hizo realidad. Sería útil volver a escuchar las grabaciones
de las negociaciones en Kennebunkport. Durante los últimos años, las autoridades
rusas han formulado otras propuestas en materia del escudo antimisiles que
todavía siguen en vigor. Sea lo que sea, no quisiéramos terminar la búsqueda de
fórmulas de compromiso para resolver el respectivo problema. Preferiríamos que
el despliegue del escudo antimisiles de EEUU no alcanzara tales dimensiones que
obligaran a Rusia a tomar las contramedidas anunciadas.
Hace poco he hablado con Henry Kissinger, ex secretario de Estado de EEUU,
con el que me reuno de manera regular. Coincido con este gran experto que opina
que en los períodos de la turbulencia internacional las relaciones estrechas y
de confianza entre Moscú y Washington son especialmente necesarias.
En general, Rusia estaría dispuesta a realizar un avance real en sus
relaciones con EEUU en caso de que los estadounidenses sigan fieles a los
principios de una cooperación equitativa, basada en la confianza mutua.
Diplomacia económica
En diciembre del año pasado la interminable historia con el ingreso de Rusia
en la Organización Mundial de Comercio (OMC) se dio por concluida. No puedo
pasar por alto el hecho de que en la recta final de este maratón la
administración del presidente estadounidense, Barack Obama, y los dirigentes de
varios Estados europeos contribuyeron activamente a solucionar problemas
pendientes.
Francamente sea dicho, en este largo camino quisimos en reiteradas ocasiones
"cerrar la puerta" y abandonar las negociaciones. Pero no cedimos ante las
emociones y al fin alcanzamos una fórmula de compromiso favorable para Rusia.
Logramos proteger intereses de los fabricantes de producción industrial y
agrícola ante la creciente competencia externa. Nuestros operadores económicos
tendrán posibilidades adicionales para salir al mercado mundial y gozar de la
protección de sus derechos. Este es el resultado principal de la adhesión de
Rusia al “club” mundial de comercio.
Rusia cumplirá las normas de la OMC como todos los demás compromisos
internacionales. Espero que nuestros socios actúen con honradez y observen las
reglas de juego también. Además, quisiera señalar que ya hemos transferido los
principios de la OMC al reglamento del Espacio Económico Único integrado por
Rusia, Bielorrusia y Kazajstán.
Si intentamos analizar cómo promovemos los intereses económicos de Rusia en
el ámbito internacional, es evidente que solo estamos aprendiendo a aplicar un
enfoque sistémico en este ámbito. No tenemos tanta experiencia como nuestros
socios occidentales en ejercer la presión de lobby para promover en el mercado
externo las soluciones ventajosas para los empresarios nacionales.
Tenemos que realizar las tareas muy serias en esta materia, teniendo en
cuenta lo que Rusia planea pasar a un modelo del desarrollo innovador. Es
necesario conceder a Rusia derechos equitativos en el sistema actual de
relaciones económicas y minimizar los riesgos que podrían surgir durante su
integración en la economía mundial, en particular, en vista del ingreso de Rusia
a la OMC y su futura adhesión a la Organización para la Cooperación y Desarrollo
Económico (OCDE).
Necesitamos ampliar nuestra presencia en los mercados internacionales y
evitar la discriminación por parte de otros actores. Hoy en día, en el
extranjero no es nada bueno el trato hacia los operadores económicos rusos
contra los que se aplican medidas restrictivas y se introducen barreras técnicas
que les ponen en una situación menos ventajosa en comparación con sus
competidores.
Observamos una situación parecida en materia de inversiones. Hacemos todo lo
posible para atraer a la economía rusa capitales extranjeros, a los inversores
de fueras les ofrecemos acceso a las ramas más atractivas, incluido el sector
energético. Mientras, a los inversores rusos no les dan la bienvenida en el
extranjero y se les cierran frecuentemente las puertas demostrativamente.
Se puede citar muchos ejemplos. Los inversores rusos no han podido adquirir
la filial europea de Opel, pese a la aprobación de esta venta por parte del
Gobierno alemán y los sindicatos alemanes.
En varios casos, los empresarios rusos que han invertido grandes recursos en
activos extranjeros no pueden realizar sus derechos como inversores. Esto pasa
con frecuencia en Europa Central y del Este.
Todo esto pone en evidencia la necesidad de reforzar el acompañamiento
político y diplomático de la actividad de los empresarios rusos en el mercado
internacional, así como prestar más apoyo a los proyectos clave en materia de
negocios.
Es indispensable recordar que Rusia es capaz de tomar medidas de respuesta en
relación a los que recurren a la competencia desleal.
El Gobierno y las
uniones empresariales deberían coordinar mejor sus esfuerzos en el ámbito de
economía exterior, así como promover más activamente los intereses de los
empresarios rusos y ayudarles a introducirse en nuevos mercados.
Quisiera asimismo centrar la atención en el siguiente factor importante que
determina el papel de Rusia en la coyuntura política y económica internacional,
tanto actualmente como en un futuro. Se trata del territorio extenso de nuestro
país. Aunque hoy en día, no ocupamos una sexta parte de la superficie terrestre
del planeta (como la antigua Unión Soviética), la Federación Rusa sigue siendo
el país más grande que posee las mayores reservas de recursos naturales en el
mundo. Se trata no sólo de petróleo y gas sino también de recursos forestales,
tierras cultivables y reservas de agua potable.
Es decir, el territorio de Rusia es la fuente de su fuerza potencial.
Anteriormente, el vasto territorio de nuestro país lo protegía de la agresión
proveniente del exterior. Hoy en día, en caso de que elijamos una estrategia
económica correcta, este territorio podrá aumentar la competitividad de
Rusia.
Menciono, en particular, un creciente déficit del agua potable en el mundo.
Se puede pronosticar que en un futuro previsible se desarrollará una competencia
geopolítica por los recursos acuáticos. Podremos usar esta baza. Nuestro país
entiende que debería aprovechar sus riquezas con diligencia y de un modo
estratégicamente correcto.
El apoyo a los compatriotas y la cultura rusa en el ámbito
internacional
El respeto que se siente hacia el propio país viene determinado, entre otros
factores, por el grado de protección que ofrece a sus ciudadanos en el
extranjero. Es importante que no nos olvidemos nunca de los intereses de
millones de compatriotas nuestros residentes en otros países, así como de
quienes se encuentran en el extranjero de vacaciones o de viaje de negocios.
Me gustaría subrayar que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia y todas
las representaciones diplomáticas y consulares han de prestar
ininterrumpidamente ayuda real a los ciudadanos rusos. Los diplomáticos rusos
han de reaccionar inmediatamente ante cualquier dificultad que pueda surgir
entre los ciudadanos rusos y las autoridades locales y ante cualquier accidente,
entre otros, de tráfico, sin esperar a que los medios de comunicación se hagan
eco del caso.
Mostraremos suma determinación para conseguir que los Gobiernos de Letonia y
Estonia respeten las numerosas recomendaciones emitidas por los organismos
internacionales competentes sobre el respeto de los derechos de las minorías
étnicas. El vergonzoso estatus de los “no ciudadanos” aplicado a los nacionales
rusos es inaceptable, también por el hecho de que uno de cada seis habitantes de
Letonia y uno de cada trece habitantes de Estonia, al ser considerados “no
ciudadanos” están privados de los fundamentales derechos políticos, electorales,
económicos y sociales, incluida la posibilidad de usar libremente la lengua
rusa.
Recientemente, en Letonia se ha celebrado un referéndum sobre el estatus de
la lengua rusa que volvió a ofrecer a la comunidad internacional una muestra
evidente de la gravedad del problema, dado que a más de 300.000 de esos “no
ciudadanos” no se les permitió participar en el plebiscito. Es inadmisible la
negativa de la Comisión Electoral Central de Letonia de conceder a los delegados
de la Cámara Pública de Rusia la posibilidad de ejercer de observadores durante
dicho referéndum, mientras que los organismos internacionales encargados de
velar por los estándares democráticos prefirieron hacer la vista gorda.
En rasgos generales, a Rusia le parece insatisfactorio el tratamiento que se
le da al problema de los derechos humanos a nivel internacional. En primer
lugar, porque Estados Unidos y otros países occidentales buscan monopolizar esta
cuestión, politizándola por completo y usándola como mecanismo de presión. Sin
embargo, no soportan que se les critique, mostrándose altamente susceptibles
ante cualquier comentario negativo. En segundo lugar, el control internacional
del respeto de los derechos humanos no se lleva a cabo de acuerdo con unos
principios universales sino de una manera selectiva, según el criterio de
ciertos países.
Rusia siente que se le da un trato parcial y cargado de agresividad y
prejuicios: a menudo las críticas contra nuestro país sobrepasan todos los
límites razonables. Si señalan nuestros defectos con razón, solo lo aplaudiremos
y sacaremos las conclusiones necesarias. Sin embargo, cuando las críticas son
injustificadas y se sueltan por oleadas, como si estuvieran planificadas, con el
objetivo de formar una determinada actitud de los ciudadanos de esos países
hacia Rusia, nos damos cuenta de que esas críticas no responden en absoluto a
los proclamados ideales morales y democráticos.
No se puede dejar desatendida la esfera de los derechos humanos: Rusia es una
democracia joven y en numerosas ocasiones nos mostramos excesivamente modestos,
evitando herir la autoestima de nuestros socios más experimentados. Pero por
otro lado tenemos cosas que decir al respecto, porque nadie es perfecto a la
hora de garantizar el respeto de las libertades fundamentales. Incluso en las
democracias más antiguas es posible encontrar graves infracciones y no se las
debe pasar por alto. Por supuesto, no se puede actuar siguiendo el principio de
“mírate a ti primero”, porque todas las partes ganan cuando hay un diálogo
constructivo sobre el tema de los derechos humanos.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia publicó a finales del año pasado
su primer informe sobre 'Sobre situación de los derechos humanos en determinados
Estados'. Creo que habría que actuar de una manera todavía más activa, entre
otras cosas para fomentar una cooperación más amplia en todos los problemas de
carácter humanitario y promover los principios fundamentales de la democracia y
el respeto de los derechos humanos.
Este postulado forma parte de los planteamientos informativos y
propagandísticos de la política exterior y de la diplomacia rusas, tratando de
crear una imagen no distorsionada de nuestro país en el extranjero. Hay que
reconocer que, en este terreno, los avances son más bien modestos, dado que en
la esfera informativa sentimos muchas veces nuestra impotencia ante competidores
muy poderosos. Pero no cabe duda de que es otro tema que merece una atención
primordial.
Rusia es heredera de una gran cultura cuyos valores son reconocidos tanto en
Occidente,como en Oriente. No obstante, invertimos de una manera muy débil en
la cultura y en su promoción en el mercado global. El renacimiento del interés
mundial hacia el universo de las ideas y de la cultura a través de la conexión a
la red global le concede a Rusia, con su destacada capacidad para crear valores
culturales, unas posibilidades adicionales.
Rusia tiene la oportunidad no sólo de conservar su cultura, sino de hacer de
ella un potente motor de promoción en los mercados globales. El espacio de la
lengua rusa abarca todo el territorio post soviético y una considerable parte de
Europa del Este. La promoción de nuestra cultura en vez de las pretensiones
imperiales, la exportación de los valores éticos y culturales en vez del
armamento y los regímenes políticos importados deberían favorecer a los
productos, servicios e ideas provenientes de Rusia.
Hemos de multiplicar nuestra presencia a nivel mundial en las esferas de la
educación y la cultura, intensificándola más si cabe en aquellos lugares donde
parte de la población hable o entienda ruso.
Habría que pensar seriamente cómo aprovechar al máximo la celebración en
Rusia de importantes eventos internacionales como la Cumbre del Foro de
Cooperación Asia Pacífico en 2012, de las cumbres del G-20 y G-8 en 2013 y 2014,
respectivamente, de la Universiada de Kazán de 2013, de los Juegos Olímpicos de
Invierno de 2014 y de los Campeonatos del Mundo de Hockey y Fútbol de 2016 y
2018.
* * * * *
Rusia está decidida a garantizar su seguridad y sus intereses
nacionales mediante una participación más activa y constructiva en la política
mundial y en la solución de los problemas globales y regionales. Estamos
abiertos a un diálogo franco y a la cooperación con nuestros socios extranjeros
que sea mutuamente provechosa y a mantener un diálogo abierto. Nuestro objetivo
es mostrarnos respetuosos con los intereses de nuestros aliados, pero les
pediremos que respeten, a su vez, nuestros intereses.
Vladimir Putin
© Moskovskie Novosti
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