miércoles, 7 de marzo de 2012

Rusia y el mundo en transformación

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                      Rusia y el mundo en transformación

En artículos anteriores ya mencioné los desafíos externos más importantes que tiene que afrontar la Rusia de hoy. Y no obstante, este tema merece ser tratado con más detalle, no tanto porque la política exterior sea una parte integral de cualquier estrategia nacional, sino también porque los retos del mundo en transformación nos obliga a tomar decisiones en materia de economía, cultura, presupuesto e inversiones.

Rusia es parte del mundo, tanto económica como culturalmente, y no podemos ni queremos estar aislados. Contamos con que nuestra política de apertura contribuirá a mejorar el bienestar y elevar la cultura de los ciudadanos de Rusia y fortalecerá la confianza que es cada vez más escasa.

Pero vamos a basarnos, de manera consecuente, en nuestros propios intereses y objetivos, no en decisiones ajenas. Rusia goza de respeto solo cuando está fuerte y descansa firme sobre sus pies. Rusia tuvo casi siempre el privilegio de aplicar una política exterior independiente, y seguirá haciéndolo en el futuro. Es más, estoy convencido de que la seguridad en el mundo podrá ser garantizada solo si se actúa conjuntamente con Rusia, no intentando dejarla de lado, debilitar sus posiciones geopolíticas y dañar su capacidad de defensa.

Los objetivos de nuestra política exterior son de carácter estratégico, no dependen de la coyuntura y corresponden al lugar que ocupa Rusia en el mapa político mundial, a su papel en la historia y en el desarrollo de las civilizaciones.

Continuaremos, sin duda alguna, manteniendo de manera activa y constructiva el rumbo hacia el fortalecimiento de la seguridad global, la renuncia a la confrontación y la lucha eficaz contra amenazas como la proliferación de armas nucleares, los conflictos y crisis regionales, el terrorismo y el tráfico de drogas. Haremos todo para que Rusia tenga acceso a los últimos avances del progreso científico y tecnológico y para que nuestros empresarios ocupen un digno lugar en el mercado global.

Intentaremos que la formación del nuevo orden mundial basado en la realidad geopolítica actual se lleve a cabo de manera paulatina, sin convulsiones innecesarias.


Quienes socavan la credibilidad de Rusia

Considero, como antes, que entre los principios más importantes está el carácter indivisible de la seguridad de todos los Estados, la inadmisibilidad del uso exagerado de la fuerza y el cumplimiento incondicional de las normas básicas del derecho internacional. El abandono de estos principios conduce a la desestabilización de las relaciones internacionales. Desde esta perspectiva vemos algunos aspectos de la actuación de EEUU y la OTAN que no se enmarcan en la lógica del desarrollo moderno, se basan en los tópicos de la “política de bloques”. Todos comprenden a lo que me refiero: a la ampliación de la OTAN, que se traduce en el despliegue de nuevas instalaciones de infraestructura militar y planes (de autoría estadounidense) de crear un escudo antimisiles en Europa. No tocaría el tema si estos juegos no se realizaran en las inmediaciones de las fronteras rusas, si no perjudicaran nuestra seguridad, si no afectaran a la estabilidad en el mundo.

Nuestros argumentos son bien conocidos, no volveré a exponerlos en detalle, pero desgraciadamente no son escuchados en Occidente. Nos preocupa que, aunque el perfil de nuestras “nuevas” relaciones con la OTAN no está del todo definido, esta organización ya está actuando de una manera que no contribuye precisamente a aumentar la confianza. Estas acciones afectan al mismo tiempo al cumplimiento de las tareas globales, impiden fijar un rumbo positivo en las relaciones internacionales y frenan su ajuste constructivo.

Una serie de los conflictos armados justificados por fines humanitarios socava el principio sagrado de soberanía estatal. En las relaciones internacionales se produce otro vacío: jurídico y ético.

Se oye a menudo que los derechos humanos priman sobre la soberanía estatal. Es indudablemente así – los crímenes de lesa Humanidad tienen que ser castigados por un tribunal internacional– pero si en el uso de este principio se viola con facilidad la soberanía estatal, si los derechos humanos se protegen desde el exterior y mediante votación, y en el proceso de la “defensa” se violan los mismos derechos de una gran cantidad de personas (incluido el derecho más básico, el derecho a la vida), no se trata de una causa noble sino de una demagogia elemental.

Es importante que la ONU y el Consejo de Seguridad sean capaces de oponerse al dictado de ciertos países y al abuso en el escenario internacional. Nadie tiene derecho a usurpar las facultades y competencias de la ONU, especialmente en lo que se refiere al uso de la fuerza contra los estados soberanos. Se trata en primer lugar de la OTAN, que intenta asumir funciones impropias de una “alianza para la defensa”. Todo esto es muy grave y recordamos muy bien cómo habían exhortado en vano a cumplir con las normas legales y a comportarse de acuerdo con los principios morales los estados que cayeron víctimas de las operaciones “humanitarias” y la exportación de la democracia con misiles y bombas. Se les hizo el caso omiso.

Parece que los miembros de la OTAN, sobre todo EEUU, tienen su propio concepto de la seguridad, que difiere fundamentalmente del nuestro. Los estadounidenses están obsesionados con la idea de asegurar su absoluta invulnerabilidad, lo cual, de paso sea dicho, es utópico e imposible de realizar tanto en el plano tecnológico como geopolítico. Pero en esto radica el problema y esta perspectiva es inadmisible. Otra cosa es que muchos países, por razones de sobra conocidas, prefieran no hablar de ello. Rusia, en cambio, siempre llamará las cosas por su nombre y lo hará abiertamente. Vuelvo a subrayar que el incumplimiento del principio de que la seguridad es indivisble – en contra de las múltiples declaraciones sobre la fidelidad al mismo – supone numerosas amenazas. También para los estados que por varios motivos promueven este incumplimiento.


La “primavera árabe”: lecciones y conclusiones

Hace un año hizo su aparición en el escenario mundial un fenómeno nuevo: las movilizaciones casi simultáneas en muchos países árabes contra sus regímenes políticos autoritarios. La “primavera árabe” fue interpretada en un primer momento como una esperanza de cambios positivos y los ciudadanos rusos estaban claramente del lado de los que luchaban por las reformas democráticas. Muy pronto, sin embargo, se hizo evidente que en muchos países los acontecimientos se estaban desarrollando en un escenario que no era en absoluto civilizado. En lugar de la consolidación de la democracia, en lugar de la protección de los derechos de las minorías, empezó a ser frecuente la persecución de los adversarios políticos, acompañada de un simple cambio en el que una fuerza era sustituida por otra todavía más opresora.

El matiz negativo que ha adquirido el desarrollo de los acontecimientos en el mundo árabe ha venido dado por la intervención exterior en apoyo de una de las partes de estos conflictos internos y por el carácter militar de dicha intervención. Hasta el punto de que una serie de países, bajo la bandera de las razones humanitarias, llegaron a acabar con el régimen libio con la ayuda de los ataques aéreos. Y, como 'culmen' quedan las escenas terribles de la venganza contra Muamar Gadafi, dignas no ya de la Edad Media, sino de una época primitiva.

No podemos permitir que alguien intente repetir en Siria el escenario libio. Los esfuerzos de la comunidad internacional deben estar encaminados ante todo a buscar fórmulas de conciliación entre los sirios. Es vital lograr cuanto antes el cese de la violencia, sea cual sea su origen, e iniciar un diálogo que incluya a todos los elementos de la sociedad siria: diálogo que ha de entablarse sin condiciones previas, sin intervención de potencias extranjeras y con respeto de la soberanía siria. Esto crearía las condiciones para que las promesas de democratización de las autoridades sirias se hicieran realidad. Lo más importante ahora es evitar el estallido de una guerra civil abierta. Esto es lo que siempre ha tenido en cuenta la diplomacia rusa y, en el futuro, seguirá trabajando en esta línea.
Escarmentados por las amargas experiencias del pasado, nos declaramos en contra de la adopción de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que puedan ser interpretadas como una señal para la intervención militar en los asuntos internos de Siria.

Precisamente por mantenernos fieles a esos principios, Rusia votó junto con China a principios de febrero contra una resolución que estaba pensada para tener una lectura ambigua y que, en la práctica, habría supuesto un estímulo para las acciones violentas de una de las partes de este conflicto interno.

En este sentido, en un contexto de reacción muy negativa –rayana con la histeria- ante el veto ruso-chino querría lanzar una advertencia a nuestros colegas occidentales para que eviten la tentación del recurso a un esquema que ya han empleado con anterioridad y que podría resumirse así: si tenemos el beneplácito del Consejo de Seguridad de la ONU para una u otra acción, bien; que no lo tenemos, pues formaremos una coalición de los estados que puedan estar interesados en dicha acción y atacaremos.

La lógica misma de ese modo de actuar es contraproducente, peligrosa y no puede traer nada bueno. Y, en cualquier caso, no ayuda a resolver la situación del país en que tiene lugar el conflicto. Por si fuera poco, rompe los equilibrios en los que está basado el sistema de seguridad internacional y mina la autoridad y el papel central de la ONU. Es quizá el momento de recordar que el derecho de veto no es una fórmula caprichosa, sino una parte consustancial del sistema de gestión de conflictos, incluida por cierto en la Carta de Naciones Unidas a petición de EEUU. El sentido del veto viene dado por el reconocimiento de que no pueden ser efectivas las medidas propuestas contra las que se manifieste aunque sea uno solo de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

Confío en que EEUU y los demás países hayan aprendido de las recientes amargas experiencias y renuncien a actuar militarmente en Siria sin el respaldo del Consejo de Seguridad. Me cuesta entender el origen y la necesidad de esas ansias bélicas y por qué no hay la paciencia suficiente para elaborar una posición colectiva equilibrada y bien pensada. Mucho más cuando se estaba cerca de dicho compromiso antes de la propuesta de resolución sobre Siria. Quedaba tan sólo exigir a la oposición armada lo mismo que se pretendía exigir al Gobierno: que se evacuaran de las ciudades todas las unidades militares. El rechazo de tal condición es bastante cínico: si lo que queremos es asegurar la seguridad de la población civil –objetivo fundamental desde el punto de vista de Rusia- será necesario hacer entrar en razón a todas las partes del enfrentamiento armado.

Pero hay otro aspecto que me gustaría señalar. No es casualidad que, en todos los países que han pasado una de estas olas de la “primavera árabe” e igual que ocurrió antes en Irak, las empresas rusas pierdan sus posiciones en los mercados locales y se ven privadas de importantes negocios. Son posiciones que han estado trabajándose durante décadas y cuyos nichos son ocupados por operadores de los países que tomaron parte en la caída de los regímenes anteriores.

Alguien podría pensar que, hasta cierto punto, todos esos trágicos acontecimientos han sido provocados no por una preocupación por los derechos humanos, sino por el interés de algunos en conquistar esos mercados. Sea como sea, es evidente que no podemos permanecer de brazos cruzados. Al contrario, estamos decididos a colaborar activamente con las nuevas autoridades de los países árabes para recuperar rápidamente nuestras posiciones económicas.

En términos más generales los acontecimientos en el mundo árabe permiten extraer algunas importantes lecciones. Los hechos demuestran a las claras que los intentos de introducir la democracia con el uso de la fuerza pueden –y frecuentemente así ocurre- producir resultados completamente opuestos a los deseados. De lo más profundo surgen fuerzas políticas –como, por ejemplo, los extremismos religiosos- que intentan cambiar el curso de desarrollo de los distintos países, incluido el carácter laico de los estados.

Rusia siempre ha tenido buenas relaciones con los representantes del Islam moderado cuya visión del mundo es muy cercana a las tradiciones de los musulmanes rusos. Estamos dispuestos a desarrollar aun más esas relaciones también en las condiciones actuales. Estamos interesados en dinamizar los contactos políticos y económico-comerciales con todos los países árabes; entre ellos, me gustaría insistir en este punto, también con los países que acaban de padecer este período de convulsiones internas. Es más, creo firmemente que se dan las condiciones para que Rusia siga conservando sus posiciones en la zona de Oriente Próximo, área en la que siempre hemos tenido muchos amigos y aliados.

Por lo que se refiere al conflicto árabe-israelí, hay que reconocer que nadie ha dado todavía con la “receta mágica” para solucionarlo de una vez por todas. Pero hay que seguir intentándolo. Teniendo muy en cuenta nuestras buenas relaciones con las autoridades israelíes y con los líderes palestinos, la diplomacia rusa continuará esforzándose para el restablecimiento del proceso de paz, tanto en sus contactos bilaterales como en el marco del “cuarteto de Oriente Próximo”, coordinándose siempre con las acciones de la Liga Árabe.

La 'primavera árabe' ha mostrado también claramente que la opinión pública mundial en nuestro tiempo se forma haciendo uso de las más avanzadas tecnologías de la información y la comunicación. Se puede afirmar que Internet, las redes sociales, los teléfonos móviles y demás se han convertido – junto con la televisión- en un instrumento muy efectivo de la política interna e internacional. Se trata de un nuevo factor que habrá que tener en cuenta, entre otras cosas para que, con el aumento de la libertad de comunicación que da Internet, seamos capaces de hacer disminuir el riesgo de su uso por grupos criminales y terroristas.

Cada vez tiene más importancia la idea del llamado “poder blando” (soft power), bajo la cual se engloban una serie de instrumentos y métodos usados para alcanzar los objetivos de política exterior de los estados pero que no están basados en el uso de la fuerza sino en el empleo de recursos de tipo informativo u otras palancas para ejercer influencia. Por desgracia, estos métodos son usados con frecuencia para incitar al extremismo, el separatismo, el nacionalismo o bien para manipular a la opinión pública y para intervenir en los asuntos internos de estados soberanos.

Tenemos que ser capaces de trazar una línea clara que distinga la libertad de expresión y las actividades políticas normales de esos otros instrumentos ilegales de ese “poder blando”. Cómo no saludar la labor civilizada de las organizaciones no gubernamentales de carácter humanitario y filantrópico: entre ellas aquéllas que llevan a cabo una crítica de las autoridades públicas. No debemos tolerar, sin embargo, las actividades de esas otras pseudo ONG que persiguen la desestabilización desde el exterior de ciertos países.

Pienso ahora en los casos en los que las actividades de una organización no gubernamental no surgen de los intereses (y recursos) de unos u otros grupos sociales locales, sino que se financian y se monitorizan por fuerzas externas. En el mundo hay hoy en día muchos agentes encargados de hacer progresar los intereses de los estados, empresas y bloques más fuertes. Cuando actúan de un modo abierto estamos simplemente ante una de las formas civilizadas que usan en todo el mundo los grupos de presión. Rusia también cuenta con este tipo de institutos: la Agencia Rusa de Cooperación, el Fondo 'Mundo Ruso', nuestras mejores universidades ampliando la búsqueda de estudiantes de talento fuera de nuestras fronteras, etc.

Rusia, sin embargo, no utiliza a las organizaciones no gubernamentales de otros países, no financia ONG o partidos políticos de otros países para promocionar sus intereses. Es algo que tampoco hacen China, la India o Brasil. Somos de la opinión de que la influencia en la política interna y en la formación de la opinión pública de otros países ha de hacerse con total transparencia, para que todos los actores puedan hacerse responsables de sus acciones.

Nuevos retos y amenazas

Actualmente, es Irán el que acapara la atención de todos. Rusia, sin lugar a dudas, siente preocupación por un eventual ataque militar contra este país que podría tener consecuencias realmente desastrosas. Consecuencias cuya envergadura es imposible calcular en estos momentos.

Estoy convencido de que el problema iraní ha de ser solucionado únicamente por vía pacífica. La propuesta de Rusia consiste en que se reconozca el derecho de Teherán de desarrollar programas nucleares con fines civiles, incluido el enriquecimiento de uranio. Este derecho habría de concederse a cambio de un control completo de todas las actividades de Irán en este campo por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica. En cuyo caso se podrían suspender todas las sanciones, incluidas las unilaterales, introducidas contra Irán.

En los últimos tiempos Occidente se ha dejado llevar por las “operaciones de castigo” contra ciertos países, no dejando de alternar el uso de sanciones con las operaciones militares. Sin embargo, ya no estamos en el siglo XIX: no parecen éstas las medidas más apropiadas para el siglo XXI.

Una situación no menos preocupante se vive en torno al problema nuclear coreano. Pyongyang, violando las normas del régimen de no proliferación, anuncia abiertamente sus pretensiones de uso militar de la energía atómica y en dos ocasiones ha llevado a cabo pruebas nucleares.

El estatus nuclear de Corea del Norte es inaceptable para Rusia. Siempre nos hemos pronunciado a favor de la desnuclearización de la Península Coreana que ha de realizarse únicamente por métodos políticos y diplomáticos. Con este objetivo Moscú aboga por la urgente reanudación de las negociaciones a seis bandas.

Sin embargo, no todos nuestros aliados parecen compartir esta opinión. No cabe duda de que actualmente todos han de actuar con suma cautela: bajo ningún concepto habría que someter a presión al nuevo líder de Corea del Norte, paso que no tardaría en provocar una actuación precipitada por parte de Pyongyang.

Recordemos que Corea del Norte y Rusia son países limítrofes. Es bien sabido que uno no puede elegir a sus vecinos y, por lo tanto, Moscú seguirá manteniendo un intenso diálogo con las autoridades norcoreanas y fomentando las relaciones de buena vecindad, instando al mismo tiempo a Pyongyang a dar solución al problema nuclear.

Es evidente que este objetivo será más fácil de conseguir si en la Península reina un ambiente de confianza mutua y si se llega a reanudar el diálogo intercoreano.

Dadas estas tensiones generadas por los programas nucleares de Irán y Corea del Norte, uno se pone a pensar involuntariamente en los riesgos de la proliferación nuclear y en cómo pueden verse aumentados por los casos de torpe intervención en los asuntos internos de un país. Los regímenes autoritarios (y no sólo ellos) pueden sentir la tentación de optar por la posesión de tecnologías nucleares, esperando que nadie se atreva a meterse con ellos en este caso. Desde su punto de vista, el que no disponga de bomba atómica corre el peligro de verse sometido a una “intervención con fines humanitarios”.

Nos guste o no, la intervención desde fuera no hace sino provocar este tipo de ideas. Por esta razón, crece el número de países que se acercan cada día más a la posesión de armas nucleares. En estas condiciones, aumenta la importancia de la creación en diversas partes del mundo de las zonas libres de armas de destrucción masiva. A iniciativa de Rusia se han empezado a negociar los parámetros de la creación de una zona de estas características en Oriente Próximo.

Es necesario hacer todo lo posible para que ningún país sienta la tentación de tener a su disposición un arma nuclear. Para ello, quienes luchan contra la proliferación han de cambiar la manera de comportarse, sobre todo aquellos acostumbrados a usar la fuerza militar contra los países desobedientes sin haber cedido antes paso a la diplomacia. Ocurrió por ejemplo en Irak, cuyos problemas no han hecho sino agravarse después de una década de ocupación.

Si se logran eliminar los estímulos que empujan a los Estados a poseer armas nucleares, se podría conseguir mediante los acuerdos internacionales vigentes que el régimen de no proliferación tenga una aplicación verdaderamente universal e inequívoca. Esta opción permitiría a todos los países interesados aprovechar los beneficios del “átomo pacífico”, pero bajo un estricto control del Organismo Internacional de Energía Atómica.

Ello beneficiaría sobremanera a Rusia, dado que el país trabaja activamente en los mercados internacionales llevando a cabo proyectos de construcción de centrales nucleares y usando tecnologías modernas y seguras, a la vez que participa en la creación de centros de enriquecimiento de uranio y de bancos de combustible nuclear.

No deja de suscitar preocupación en Rusia el futuro de Afganistán. Como bien se sabe, Moscú apoyó la operación militar encaminada a prestar a este país ayuda humanitaria. Sin embargo, el contingente militar bajo el mando de la ONU no ha alcanzado los objetivos planteados: las amenazas de terrorismo y de tráfico de drogas por parte de Afganistán no pierden su intensidad. Tras anunciar su retirada en 2014, Estados Unidos procedió a crear en el país y en los países vecinos bases militares sin mandato, objetivos ni plazos de funcionamiento determinados. Por supuesto, Rusia no puede estar de acuerdo con esa situación.

Rusia tiene en Afganistán unos intereses evidentes y absolutamente lógicos: es un Estado vecino y, por lo tanto, Moscú está sumamente interesado en que se desarrolle de una manera sostenible y pacífica. Y, lo más importante, que deje de ser foco de tráfico de drogas. El tráfico de droga se ha convertido en un problema de lo más acuciante, que mina la genética de generaciones enteras y sirve de caldo de cultivo para la corrupción y el crimen organizado, desestabilizando al mismo tiempo la situación en el propio Afganistán. Merece la pena señalar que la producción de droga en el país, lejos de reducirse, aumentó el año pasado casi en un 40%. Rusia ha de enfrentarse a una verdadera invasión de heroína que causa un daño enorme a la salud de los habitantes del país.

Teniendo en cuenta las dimensiones de la amenaza que supone el narcotráfico afgano, es imprescindible mancomunar los esfuerzos para combatirla, involucrando a la ONU y a las organizaciones de cooperación regionales, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, la Organización de Cooperación de Shanghai y la Comunidad de los Estados Independientes. Estamos dispuestos a considerar ampliar la participación de Rusia en la ayuda ofrecida al pueblo afgano, pero a condición de que el contingente internacional emplazado en Afganistán actúe de una manera más activa y respetando los intereses de Rusia, dedicándose a destruir los cultivos de adormidera y los laboratorios de producción de drogas.

Una lucha más activa contra el narcotráfico en Afganistán ha de ir acompañada por el corte de las rutas de tráfico de los derivados del opio a los mercados exteriores, la interrupción de los flujos financieros que sustentan el tráfico de drogas y de las sustancias químicas usadas en la producción de la heroína. El objetivo sería vertebrar en la región un sistema completo de seguridad antidroga. Rusia ofrecería asistencia real a una eficiente cooperación de la comunidad internacional para conseguir invertir la peligrosa tendencia de aumento de las amenazas del narcotráfico.

Es difícil pronosticar el futuro desarrollo de los acontecimientos en Afganistán. La Historia ha demostrado que la ocupación militar extranjera nunca ha traído paz a este país, siendo los afganos los únicos en poder solucionar sus problemas internos. A mi juicio, el papel de Rusia consiste en ayudar a Afganistán, en cooperación con los países vecinos, a crear una economía sostenible, elevar la eficiencia de las Fuerzas Armadas del país para que sean capaces de contrarrestar las amenazas del terrorismo y del tráfico de drogas. No nos oponemos a que al proceso de reconciliación nacional se incorporen también representantes de la oposición armada, incluidos los talibanes, pero sólo a condición de que renuncien a la violencia, reconozcan la Constitución del país y rompan todo vínculo con Al Qaeda y otras organizaciones terroristas. Creo bastante factible la construcción de un Estado afgano pacífico, estable, independiente y neutral.

La inestabilidad política que perdura años y décadas crea unas condiciones propicias para el desarrollo del terrorismo internacional. La comunidad internacional coincide en que es uno de los retos más peligrosos de la actualidad. Quisiera señalar que las zonas de tensiones que generan la amenaza del terrorismo se encuentran a poca distancia de las fronteras rusas, más cerca de nuestro país que de nuestros aliados europeos y de EEUU. La ONU ha aprobado una Estrategia Global de las Naciones Unidas contra el Terrorismo, pero da la sensación de que todavía no se ha trazado un plan común para combatir de manera consecuente este mal, sino que se actúa en respuesta a las muestras más atroces de terrorismo, cuando la opinión pública se muestra más indignada con la insolencia de los terroristas. El mundo civilizado no ha de esperar a que se produzcan tales tragedias como el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York o la ocupación de un colegio con niños dentro ocurrida en Osetia del Norte el 1 de septiembre de 2004, para empezar a actuar con determinación y unanimidad.

Tampoco querría subestimar los resultados ya conseguidos en la lucha contra el terrorismo internacional: en los últimos años se ha intensificado la cooperación entre los servicios secretos y los organismos del mantenimiento del orden público de los diferentes países. Sin embargo, sigue existiendo un “doble rasero”: en algunos países los terroristas se ven como delincuentes peligrosos y en algunos, no tanto. En este último caso se suele aprovechar los grupos terroristas en función de los intereses políticos, como por ejemplo para amenazar a los regímenes caídos en desgracia.

En mi opinión, en la prevención del terrorismo han de participar ampliamente todas las instituciones sociales: los medios de comunicación, las distintas confesiones religiosas, las organizaciones no gubernamentales, las instituciones educativas y científicas, los círculos empresariales. Es necesario un diálogo entre las religiones y, en un sentido más amplio, un diálogo de civilizaciones. Rusia es un Estado donde conviven muchas religiones y nunca ha habido guerras religiosas. Tenemos, pues, algo que aportar a ese diálogo internacional.


Mayor protagonismo de la región Asia-Pacífico

Nuestro país linda con China, el centro de la economía global de mayor importancia. Ahora está muy de moda hablar de su futuro papel en la economía global y asuntos internacionales. El año pasado el PIB de China llegó a ocupar el segundo lugar del mundo, y en los próximos años ya -según las estimaciones de expertos internacionales, incluidos los estadounidenses- China adelantará a EEUU en este sentido. También vemos crecer la potencia general de la República Popular de China, incluida la posibilidad de la proyección de su fuerza en distintas regiones.

¿Cómo debemos actuar, tomando en consideración el factor del fortalecimiento dinámico de China?

En primer lugar, estoy seguro de que el crecimiento de la economía china no es una amenaza, sino un reto, que entraña un enorme potencial para la cooperación empresarial, una posibilidad de captar el viento chino en las velas de la economía rusa. Tenemos que intensificar el establecimiento de nuevas relaciones de cooperación, combinando las posibilidades tecnológicas y productivas de los dos países y aprovechando, de manera razonable, claro está, el potencial chino para el desarrollo económico de Siberia y del Oriente Lejano.

En segundo lugar, el comportamiento de China en el escenario internacional no da motivos para decir que aspire al predominio mundial. Es verdad que la voz de China en el mundo suena cada vez más firme, y lo aplaudimos: Pekín comparte nuestra visión de un orden mundial igualitario . Seguiremos prestando apoyo mutuo en el escenario internacional, lucharemos juntos contra los problemas acuciantes a nivel regional y global, intensificaremos la cooperación en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU, de los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), del Grupo de los Veinte (G20) y demás mecanismos multilaterales.

En tercer lugar, tenemos resueltos todos los problemas políticos de importancia con China, incluido el principal: el de las fronteras. Hemos creado un mecanismo de relaciones bilaterales sólido, formalizado con documentos vinculantes. Hemos alcanzado un nivel de confianza mutua entre los gobiernos de los dos países altísimo, sin precedentes. Todo ello nos permite a los rusos y a los chinos actuar como verdaderos socios, partiendo del pragmatismo y tomando en consideración los intereses mutuos. El existente modelo de relaciones entre Rusia y China tiene buenas perspectivas, aunque eso tampoco significa que no tengamos ningún problema con China. Hay ciertas asperezas y algunas veces tenemos intereses comerciales contradictorios en otros países. Tampoco estamos muy contentos con la estructura del intercambio comercial y con el bajo nivel de inversiones mutuas. Seguiremos controlando detenidamente los flujos migratorios de China, pero mi idea principal consiste en que Rusia necesita una China estable y floreciente. Y China, a su vez, estoy seguro de ello, necesita una Rusia fuerte y exitosa.

Un crecimiento muy rápido lo manifiesta también otro gigante asiático, India. Rusia e India mantienen una larga tradición de amistad, calificada por los gobiernos de los dos países como cooperación estratégica especialmente privilegiada. La consolidación de esta cooperación aportará no sólo a nuestros países, sino también al sistema mundial multipolar en proceso formación.

Aparte de China e India, vemos crecer toda la región Asia-Pacífico, lo que abre nuevos horizontes para un trabajo fructífero en el marco de la presidencia rusa en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). El próximo septiembre acogeremos la cumbre de este organismo en Vladivostok. Para todo ello llevamos a cabo preparativos, creamos una infraestructura moderna, que por sí contribuirá al futuro desarrollo de Siberia y del Oriente Lejano, permitiendo a nuestro país ampliar su participación en los procesos de integración dinámicos de la "nueva Asia".

Damos y seguiremos dando prioridad a la interacción con nuestros socios del BRICS. Esta estructura única, creada en el año 2006, es la muestra más evidente de la transición de un mundo unipolar a un orden más justo. Une cinco países con casi 3.000 millones de habitantes, las economías en desarrollo más grandes con unos recursos naturales y laborales colosales y unos mercados internos enormes. La integración de Sudáfrica le otorgó al BRICS un formato global, en sentido literal de esta palabra. Hoy le corresponde ya más del 25% del PIB del planeta.

Estamos aprendiendo a trabajar juntos, acomodándonos los unos a los otros. Todavía nos queda, entre otras cosas, organizar una coordinación más estrecha en lo que se refiere al dossier de política externa, trabajar de manera más activa en la plataforma de la ONU. Pero en cuanto el "grupo de los cinco" BRICS empiece a funcionar en un 100%, influirá en la economía y la política internacional considerablemente.

En los últimos años tanto los diplomáticos rusos como el sector de negocio prestan más atención al desarrollo de la cooperación con los países de Asia, América Latina y África. Se trata de unas regiones que siguen teniendo una predisposición fuerte y sincera hacia Rusia. Veo como una de las tareas clave para el futuro próximo la intensificación de cooperación comercial y económica con ellas, el desarrollo de proyectos conjuntos en el campo de energía eléctrica, infraestructura, inversiones, ciencia y tecnología, servicios bancarios y turismo.

El creciente papel de dichos continentes en el sistema democrático de gobernación de la economía global y finanzas en formación lo reflejan las actividades del Grupo de los Veinte. Creo que este grupo se convertirá pronto en una herramienta de importancia estratégica no sólo para las situaciones de crisis, sino también para la reforma a largo plazo de la arquitectura financiera y económica internacional. Rusia presidirá el Grupo de los Veinte en 2013. Estoy seguro de que tenemos que aprovechar también la presidencia para reforzar la cooperación del G-20 con otras estructuras multilaterales, en primer lugar, con el Grupo de los Ocho y, claro está, con la ONU.


Factor europeo

Rusia es parte inalienable y orgánica de la Gran Europa, de la amplia civilización europea. Nuestros ciudadanos se sienten europeos y para nosotros es de mucha importancia cómo se desarrolla la situación en la Europa común.
Precisamente por eso, Rusia propone avanzar hacia la creación en el territorio desde el Atlántico hasta el Pacífico de un espacio económico y humano común, de una comunidad que los expertos rusos llaman "la Unión de Europa”, que aumentará las capacidades y afianzará las posiciones de Rusia en sus contactos económicos con la “nueva Asia”.

El auge de China, India y otras economías emergentes hace percibir de manera más dolorosa las convulsiones económicas en Europa, el antiguo oasis de orden y estabilidad. La crisis que afecta a Europa no puede sino afectar también los intereses de Rusia, ante todo a causa de que la UE es uno de nuestros socios más grandes en los campos de comercio y economía exterior. También es evidente que de la situación en Europa dependen, en buena medida, las perspectivas de desarrollo de toda la arquitectura económica global.
Rusia toma parte activa en las medidas internacionales para el apoyo a las afectadas economías europeas, participa de una manera consecutiva en la elaboración de las resoluciones colectivas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Tampoco descartamos la posibilidad de prestar ayuda financiera directa, en ciertos casos.

Sin embargo, creo que las inyecciones de ayuda financiera externa son capaces de resolver el problema solo en parte. Para un arreglo exhaustivo de la situación hacen falta medidas enérgicas de carácter sistémico. Los líderes europeos afrontan la tarea de realizar transformaciones a gran escala para cambiar la naturaleza de muchos mecanismos financiero-económicos y asegurar la verdadera disciplina presupuestaria. Estamos interesados en una UE fuerte, como la ven, por ejemplo, Alemania y Francia. Estamos interesados en realizar las múltiples capacidades de la cooperación entre Rusia y la UE.

El actual nivel de interacción entre Rusia y la UE no llega a corresponder a los retos globales, ante todo en lo que al aumento de la competitividad de nuestro continente común se refiere. Vuelvo a proponer el proyecto de crear una comunidad de economías desde Lisboa hasta Vladivostok. Para acercarse, más tarde, a la formación de una zona de libre comercio e incluso de mecanismos más avanzados de la integración económica. Entonces obtendremos un mercado continental común de billones de euros. ¿Acaso puede dudar alguien que esto sería estupendo, y correspondería a los intereses de los rusos y los europeos?

También cabe pensar en la cooperación más profunda en la esfera energética: hasta la creación de un complejo energético europeo común. En esta dirección se dan pasos importantes, como la construcción de los gasoductos Nord Stream, por el fondo del Báltico, y South Stream, por el fondo del mar Negro. Estos proyectos son apoyados por los gobiernos de muchos países, en ellos participan las empresas energéticas europeas más grandes. Cuando estén puestos en explotación en pleno, Europa obtendrá un sistema de distribución de gas seguro y flexible, que no dependerá de ningunos caprichos políticos, lo que permitirá afianzar la seguridad energética del continente no sólo en palabras, sino realmente. Esta tarea es tanto más relevante a la luz de la decisión de algunos Estados europeos de reducir o incluso renunciar por completo al uso de la energía nuclear.

Francamente, “tercer paquete energético” promovido por la Comisión Europea, destinado a desplazar las empresas energéticas rusas, no contribuye en absoluto a afianzar nuestras relaciones. Más aun, teniendo en cuenta la creciente desestabilización que afecta a los suministradores de recursos energéticos alternativos a Rusia, este paquete agudiza los riesgos sistémicos de la propia situación energética europea y el rechazo de los potenciales inversores a nuevos proyectos de infraestructura. En conversación privada, muchos políticos europeos criticaron el paquete. Hay que aunar voluntades para eliminar este obstáculo en el camino hacia una cooperación mutuamente provechosa.

Creo que una verdadera cooperación entre Rusia y la Unión Europea será imposible hasta que existan las barreras que impidan los contactos personales y económicos, en primer lugar, el régimen de visados. La supresión de visados constituiría un impulso poderoso para la verdadera integración entre Rusia y la UE, ayudaría a ampliar los lazos culturales y empresariales, sobre todo para empresas pequeñas y medianas. Los temores de los europeos de que vengan los llamados emigrantes económicos rusos son infundados. Nuestra gente tiene posibilidades para aplicar sus fuerzas y sus habilidades en Rusia; estas posibilidades son cada vez mayores.

En diciembre de 2011 acordamos con la UE los pasos recíprocos para la eliminación de visados. Es posible y necesario plasmarlos sin perder tiempo. Me refiero a que tenemos que seguir trabajando con ello sin escatimar esfuerzos.


Relaciones ruso-estadounidenses

Durante los últimos años, se han hecho muchos esfuerzos para desarrollar las relaciones ruso-estadounidenses. Pero no se ha logrado llegar a un acuerdo sobre la producción de un cambio fundamental en la matriz de estas relaciones, que siguen mejorando y empeorando.

Esta cooperación inestable entre Rusia y EEUU, es consecuencia de estereotipos y fobias tradicionales que subsisten hasta hoy en las relaciones ruso-estadounidenses, entre otras cosas. Se puede citar como ejemplo la imagen de Rusia en el Capitolio de los Estados Unidos. Pero el problema principal consiste en que el diálogo político y la cooperación entre Moscú y Washington carecen de sólido fundamento económico. El comercio bilateral no corresponde al potencial económico de nuestros países y las inversiones mutuas afrontan los mismos obstáculos. Así las cosas, no se ha creado una malla de seguridad que podría evitar que nuestras relaciones no dependiesen de los altibajos coyunturales. Tenemos que trabajar en esto.

Tampoco contribuyen a fomentar la comprensión mutua los sistemáticos intentos de EEUU de ocuparse de “ingeniería política” durante las campañas electorales en Rusia, sobre todo en las regiones que tradicionalmente han sido de mucha importancia para Rusia.

Quisiera recordar que Moscú está preocupado por los planes de EEUU de desplegar el sistema de defensa antimisiles (DAM) en Europa. ¿Por qué este sistema nos preocupa más que a otros? Porque solo amenaza a las fuerzas estratégicas de disuasión nuclear de Rusia en este escenario de operaciones, y además podría alterar el equilibrio político y militar en el mundo que se ha mantenido durante varias décadas.

El nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas Ofensivas (START) firmado por Rusia y EEUU en 2010 establece vínculos directos entre el DAM y las armas estratégicas ofensivas. El Tratado entró en vigor y demostró su eficacia. Su suscripción fue un gran éxito en el ámbito de la política exterior. Estamos dispuestos a considerar varias versiones de nuestra agenda bilateral con EEUU en materia de control de las armas durante el período estipulado. Pero es indispensable que se tomen en consideración el equilibrio de intereses y que ninguna de las partes busque obtener ventajas unilaterales mediante negociaciones. Quisiera recordar que ya en 2007 propuse una posible solución al problema del despliegue del escudo antimisiles al entonces presidente de EEUU, George W. Bush, durante nuestro encuentro en Kennebunkport. Si esta solución hubiera sido aprobada, habría cambiado las relaciones ruso-estadounidenses y contribuido a un desarrollo positivo de la situación.

Además, si en aquella época hubiéramos conseguido un progreso notable en el ámbito del DAM, esto literalmente habría abierto las compuertas para desarrollar un modelo de cooperación absolutamente nueva, más bien parecida a la cooperación entre los aliados, en otros sectores también.

Pero esto no se hizo realidad. Sería útil volver a escuchar las grabaciones de las negociaciones en Kennebunkport. Durante los últimos años, las autoridades rusas han formulado otras propuestas en materia del escudo antimisiles que todavía siguen en vigor. Sea lo que sea, no quisiéramos terminar la búsqueda de fórmulas de compromiso para resolver el respectivo problema. Preferiríamos que el despliegue del escudo antimisiles de EEUU no alcanzara tales dimensiones que obligaran a Rusia a tomar las contramedidas anunciadas.

Hace poco he hablado con Henry Kissinger, ex secretario de Estado de EEUU, con el que me reuno de manera regular. Coincido con este gran experto que opina que en los períodos de la turbulencia internacional las relaciones estrechas y de confianza entre Moscú y Washington son especialmente necesarias.

En general, Rusia estaría dispuesta a realizar un avance real en sus relaciones con EEUU en caso de que los estadounidenses sigan fieles a los principios de una cooperación equitativa, basada en la confianza mutua.


Diplomacia económica

En diciembre del año pasado la interminable historia con el ingreso de Rusia en la Organización Mundial de Comercio (OMC) se dio por concluida. No puedo pasar por alto el hecho de que en la recta final de este maratón la administración del presidente estadounidense, Barack Obama, y los dirigentes de varios Estados europeos contribuyeron activamente a solucionar problemas pendientes.

Francamente sea dicho, en este largo camino quisimos en reiteradas ocasiones "cerrar la puerta" y abandonar las negociaciones. Pero no cedimos ante las emociones y al fin alcanzamos una fórmula de compromiso favorable para Rusia. Logramos proteger intereses de los fabricantes de producción industrial y agrícola ante la creciente competencia externa. Nuestros operadores económicos tendrán posibilidades adicionales para salir al mercado mundial y gozar de la protección de sus derechos. Este es el resultado principal de la adhesión de Rusia al “club” mundial de comercio.

Rusia cumplirá las normas de la OMC como todos los demás compromisos internacionales. Espero que nuestros socios actúen con honradez y observen las reglas de juego también. Además, quisiera señalar que ya hemos transferido los principios de la OMC al reglamento del Espacio Económico Único integrado por Rusia, Bielorrusia y Kazajstán.

Si intentamos analizar cómo promovemos los intereses económicos de Rusia en el ámbito internacional, es evidente que solo estamos aprendiendo a aplicar un enfoque sistémico en este ámbito. No tenemos tanta experiencia como nuestros socios occidentales en ejercer la presión de lobby para promover en el mercado externo las soluciones ventajosas para los empresarios nacionales.

Tenemos que realizar las tareas muy serias en esta materia, teniendo en cuenta lo que Rusia planea pasar a un modelo del desarrollo innovador. Es necesario conceder a Rusia derechos equitativos en el sistema actual de relaciones económicas y minimizar los riesgos que podrían surgir durante su integración en la economía mundial, en particular, en vista del ingreso de Rusia a la OMC y su futura adhesión a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

Necesitamos ampliar nuestra presencia en los mercados internacionales y evitar la discriminación por parte de otros actores. Hoy en día, en el extranjero no es nada bueno el trato hacia los operadores económicos rusos contra los que se aplican medidas restrictivas y se introducen barreras técnicas que les ponen en una situación menos ventajosa en comparación con sus competidores.

Observamos una situación parecida en materia de inversiones. Hacemos todo lo posible para atraer a la economía rusa capitales extranjeros, a los inversores de fueras les ofrecemos acceso a las ramas más atractivas, incluido el sector energético. Mientras, a los inversores rusos no les dan la bienvenida en el extranjero y se les cierran frecuentemente las puertas demostrativamente.

Se puede citar muchos ejemplos. Los inversores rusos no han podido adquirir la filial europea de Opel, pese a la aprobación de esta venta por parte del Gobierno alemán y los sindicatos alemanes.

En varios casos, los empresarios rusos que han invertido grandes recursos en activos extranjeros no pueden realizar sus derechos como inversores. Esto pasa con frecuencia en Europa Central y del Este.

Todo esto pone en evidencia la necesidad de reforzar el acompañamiento político y diplomático de la actividad de los empresarios rusos en el mercado internacional, así como prestar más apoyo a los proyectos clave en materia de negocios.

Es indispensable recordar que Rusia es capaz de tomar medidas de respuesta en relación a los que recurren a la competencia desleal.
El Gobierno y las uniones empresariales deberían coordinar mejor sus esfuerzos en el ámbito de economía exterior, así como promover más activamente los intereses de los empresarios rusos y ayudarles a introducirse en nuevos mercados.

Quisiera asimismo centrar la atención en el siguiente factor importante que determina el papel de Rusia en la coyuntura política y económica internacional, tanto actualmente como en un futuro. Se trata del territorio extenso de nuestro país. Aunque hoy en día, no ocupamos una sexta parte de la superficie terrestre del planeta (como la antigua Unión Soviética), la Federación Rusa sigue siendo el país más grande que posee las mayores reservas de recursos naturales en el mundo. Se trata no sólo de petróleo y gas sino también de recursos forestales, tierras cultivables y reservas de agua potable.

Es decir, el territorio de Rusia es la fuente de su fuerza potencial. Anteriormente, el vasto territorio de nuestro país lo protegía de la agresión proveniente del exterior. Hoy en día, en caso de que elijamos una estrategia económica correcta, este territorio podrá aumentar la competitividad de Rusia.

Menciono, en particular, un creciente déficit del agua potable en el mundo. Se puede pronosticar que en un futuro previsible se desarrollará una competencia geopolítica por los recursos acuáticos. Podremos usar esta baza. Nuestro país entiende que debería aprovechar sus riquezas con diligencia y de un modo estratégicamente correcto.


El apoyo a los compatriotas y la cultura rusa en el ámbito internacional

El respeto que se siente hacia el propio país viene determinado, entre otros factores, por el grado de protección que ofrece a sus ciudadanos en el extranjero. Es importante que no nos olvidemos nunca de los intereses de millones de compatriotas nuestros residentes en otros países, así como de quienes se encuentran en el extranjero de vacaciones o de viaje de negocios.

Me gustaría subrayar que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia y todas las representaciones diplomáticas y consulares han de prestar ininterrumpidamente ayuda real a los ciudadanos rusos. Los diplomáticos rusos han de reaccionar inmediatamente ante cualquier dificultad que pueda surgir entre los ciudadanos rusos y las autoridades locales y ante cualquier accidente, entre otros, de tráfico, sin esperar a que los medios de comunicación se hagan eco del caso.

Mostraremos suma determinación para conseguir que los Gobiernos de Letonia y Estonia respeten las numerosas recomendaciones emitidas por los organismos internacionales competentes sobre el respeto de los derechos de las minorías étnicas. El vergonzoso estatus de los “no ciudadanos” aplicado a los nacionales rusos es inaceptable, también por el hecho de que uno de cada seis habitantes de Letonia y uno de cada trece habitantes de Estonia, al ser considerados “no ciudadanos” están privados de los fundamentales derechos políticos, electorales, económicos y sociales, incluida la posibilidad de usar libremente la lengua rusa.

Recientemente, en Letonia se ha celebrado un referéndum sobre el estatus de la lengua rusa que volvió a ofrecer a la comunidad internacional una muestra evidente de la gravedad del problema, dado que a más de 300.000 de esos “no ciudadanos” no se les permitió participar en el plebiscito. Es inadmisible la negativa de la Comisión Electoral Central de Letonia de conceder a los delegados de la Cámara Pública de Rusia la posibilidad de ejercer de observadores durante dicho referéndum, mientras que los organismos internacionales encargados de velar por los estándares democráticos prefirieron hacer la vista gorda.

En rasgos generales, a Rusia le parece insatisfactorio el tratamiento que se le da al problema de los derechos humanos a nivel internacional. En primer lugar, porque Estados Unidos y otros países occidentales buscan monopolizar esta cuestión, politizándola por completo y usándola como mecanismo de presión. Sin embargo, no soportan que se les critique, mostrándose altamente susceptibles ante cualquier comentario negativo. En segundo lugar, el control internacional del respeto de los derechos humanos no se lleva a cabo de acuerdo con unos principios universales sino de una manera selectiva, según el criterio de ciertos países.

Rusia siente que se le da un trato parcial y cargado de agresividad y prejuicios: a menudo las críticas contra nuestro país sobrepasan todos los límites razonables. Si señalan nuestros defectos con razón, solo lo aplaudiremos y sacaremos las conclusiones necesarias. Sin embargo, cuando las críticas son injustificadas y se sueltan por oleadas, como si estuvieran planificadas, con el objetivo de formar una determinada actitud de los ciudadanos de esos países hacia Rusia, nos damos cuenta de que esas críticas no responden en absoluto a los proclamados ideales morales y democráticos.

No se puede dejar desatendida la esfera de los derechos humanos: Rusia es una democracia joven y en numerosas ocasiones nos mostramos excesivamente modestos, evitando herir la autoestima de nuestros socios más experimentados. Pero por otro lado tenemos cosas que decir al respecto, porque nadie es perfecto a la hora de garantizar el respeto de las libertades fundamentales. Incluso en las democracias más antiguas es posible encontrar graves infracciones y no se las debe pasar por alto. Por supuesto, no se puede actuar siguiendo el principio de “mírate a ti primero”, porque todas las partes ganan cuando hay un diálogo constructivo sobre el tema de los derechos humanos.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia publicó a finales del año pasado su primer informe sobre 'Sobre situación de los derechos humanos en determinados Estados'. Creo que habría que actuar de una manera todavía más activa, entre otras cosas para fomentar una cooperación más amplia en todos los problemas de carácter humanitario y promover los principios fundamentales de la democracia y el respeto de los derechos humanos.

Este postulado forma parte de los planteamientos informativos y propagandísticos de la política exterior y de la diplomacia rusas, tratando de crear una imagen no distorsionada de nuestro país en el extranjero. Hay que reconocer que, en este terreno, los avances son más bien modestos, dado que en la esfera informativa sentimos muchas veces nuestra impotencia ante competidores muy poderosos. Pero no cabe duda de que es otro tema que merece una atención primordial.

Rusia es heredera de una gran cultura cuyos valores son reconocidos tanto en Occidente,como en Oriente. No obstante, invertimos de una manera muy débil en la cultura y en su promoción en el mercado global. El renacimiento del interés mundial hacia el universo de las ideas y de la cultura a través de la conexión a la red global le concede a Rusia, con su destacada capacidad para crear valores culturales, unas posibilidades adicionales.

Rusia tiene la oportunidad no sólo de conservar su cultura, sino de hacer de ella un potente motor de promoción en los mercados globales. El espacio de la lengua rusa abarca todo el territorio post soviético y una considerable parte de Europa del Este. La promoción de nuestra cultura en vez de las pretensiones imperiales, la exportación de los valores éticos y culturales en vez del armamento y los regímenes políticos importados deberían favorecer a los productos, servicios e ideas provenientes de Rusia.

Hemos de multiplicar nuestra presencia a nivel mundial en las esferas de la educación y la cultura, intensificándola más si cabe en aquellos lugares donde parte de la población hable o entienda ruso.

Habría que pensar seriamente cómo aprovechar al máximo la celebración en Rusia de importantes eventos internacionales como la Cumbre del Foro de Cooperación Asia Pacífico en 2012, de las cumbres del G-20 y G-8 en 2013 y 2014, respectivamente, de la Universiada de Kazán de 2013, de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 y de los Campeonatos del Mundo de Hockey y Fútbol de 2016 y 2018.

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Rusia está decidida a garantizar su seguridad y sus intereses nacionales mediante una participación más activa y constructiva en la política mundial y en la solución de los problemas globales y regionales. Estamos abiertos a un diálogo franco y a la cooperación con nuestros socios extranjeros que sea mutuamente provechosa y a mantener un diálogo abierto. Nuestro objetivo es mostrarnos respetuosos con los intereses de nuestros aliados, pero les pediremos que respeten, a su vez, nuestros intereses.

Vladimir Putin

© Moskovskie Novosti

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