viernes, 21 de mayo de 2021

Emilio Castelar Ripoll

 

Emilio Castelar

(Emilio Castelar Ripoll; Cádiz, 1832 - San Pedro del Pinatar, Murcia, 1899) Político español, último presidente de la Primera República. Redactor de El Tribuno (1854), La Soberanía Nacional (1855) y La Discusión (1856-64) y profesor de Historia en la Universidad de Madrid desde 1858, su franca oposición al gobierno de la reina Isabel II, manifestada a través del periódico antidinástico por él fundado y dirigido en 1864, La Democracia, le costó la cátedra. En 1865 fue condenado a muerte, pero logró huir al extranjero y permaneció en París hasta la revolución de 1868. Vuelto a la patria, se convirtió en jefe del partido republicano opuesto a los generales Serrano y Prim, quienes pretendían establecer la monarquía constitucional y al duque Amadeo I de Saboya, que ocupó el trono de España durante tres años. Ministro de Negocios Extranjeros tras la abdicación de éste, presidente de las Cortes y luego de la República en 1873, vio disminuida paulatinamente su influencia y abandonó el poder al año siguiente. A fines de 1874 era elegido rey Alfonso XII; Castelar, quien hasta entonces había pensado en establecer, junto con el jefe del partido liberal, Sagasta, un régimen republicano de carácter conservador, se opuso inicialmente a la monarquía; pero al cabo de varios años se reconcilió con el nuevo orden de cosas.


Emilio Castelar

Tras estudiar Derecho y Filosofía en la Universidad de Madrid, Emilio Castelar obtuvo una cátedra de Historia Filosófica y Crítica de España (1858) y se dedicó a la lucha política, canalizada a través del periodismo (pasó por varios periódicos hasta fundar el suyo propio en 1864: La Democracia). Defendía un republicanismo democrático y liberal, que le enfrentaba a la tendencia más socializante de Francesc Pi y Margall.

Desde esas posiciones luchó tenazmente contra el régimen de Isabel II, llegando a criticar directamente la conducta de la reina en su artículo «El rasgo» (1865). En represalia por aquel escrito Castelar fue cesado de su cátedra, arrastrando en su caída al rector de la Universidad de Madrid; las protestas estudiantiles contra su cese fueron reprimidas por el gobierno de forma sangrienta (la «Noche de San Daniel»). Luego intervino en la frustrada insurrección del Cuartel de San Gil de 1866, también reprimida por el gobierno; consiguió huir a Francia al tiempo que recaía sobre él una condena a muerte.

Participó en la Revolución de 1868 que destronó a Isabel II, pero no consiguió que condujera a la proclamación de la República. Fue diputado en las inmediatas Cortes constituyentes, en las que destacó por su capacidad oratoria, especialmente a raíz de su defensa de la libertad de cultos (1869). Siguió defendiendo la opción republicana dentro y fuera de las Cortes hasta que la abdicación de Amadeo de Saboya provocó la proclamación de la República (1873).

Durante el primer gobierno republicano, presidido por Estanislao Figueras, Emilio Castelar ocupó la cartera de Estado, desde la que adoptó medidas como la eliminación de los títulos nobiliarios o la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Pero el régimen por el que tanto había luchado se descomponía rápidamente, desgarrado por las disensiones ideológicas entre sus líderes, aislado por la hostilidad de la Iglesia, la nobleza, el ejército y las clases acomodadas, y acosado por la insurrección cantonal, la reanudación de la Guerra Carlista y el recrudecimiento de la rebelión independentista en Cuba.

La Presidencia fue pasando de mano en mano -de Figueras a Francesc Pi y Margall en junio y de éste a Nicolás Salmerón en julio- hasta llegar a Emilio Castelar en septiembre. Para tratar de salvar el régimen disolvió las Cortes y actuó con la diligencia de un dictador, movilizando hombres y recursos y encargando el mando de las operaciones a militares profesionales, aunque de dudosa fidelidad a la República.

Cuando se reanudaron las sesiones de Cortes a comienzos de 1874, Castelar presentó su dimisión tras perder una votación parlamentaria, lo cual determinó la inmediata intervención del general Pavía, que dio un golpe de Estado disolviendo las Cortes y creando un vacío de poder que aprovechó el general Francisco Serrano para autoproclamarse presidente del Poder Ejecutivo. Liquidada así la Primera República, el pronunciamiento de Arsenio Martínez Campos vino a restablecer la Monarquía proclamando rey a Alfonso XII.

Tras regresar de un largo viaje por el extranjero, Emilio Castelar volvió a la política, encarnando en las Cortes de la Restauración la opción de los republicanos «posibilistas» que aspiraban a democratizar el régimen desde dentro; cuando, en los años noventa, se aprobaron las leyes del jurado y del sufragio universal, Castelar se retiró de la vida política, aconsejando a sus partidarios la integración en el Partido Liberal de Sagasta (1893).

Su oratoria ampulosa y arrogante y el movimiento y el ritmo musical de su prosa hicieron de Emilio Castelar el tribuno español más ilustre del siglo XIX. Por otra parte, su temperamento abierto y pronto al entusiasmo, y la influencia que recibió del grupo krausista de Giner de los Ríos, en el que se había formado espiritualmente, le convirtieron en una personalidad eminente en el campo de la filosofía, la historia, la literatura y el arte, y en uno de los hombres más interesantes de su época. Fue intensamente religioso y, aun cuando racionalista, se mantuvo siempre cristiano; tampoco su carácter europeo hizo disminuir un ápice su españolismo.

Castelar poseyó una excepcional capacidad de trabajo, e incluso durante su fecunda vejez se entregaba por espacio de hasta ocho o diez horas diarias a la composición de obras diversas de historia, filosofía, narrativa y viajes, y a la colaboración en revistas nacionales y extranjeras. Merecen citarse La civilización en los cinco primeros siglos del Cristianismo (1859-62), Crónica de la guerra de África (1859), Retratos históricos (1884), Galería histórica de mujeres célebres (ocho vols., 1886-89) y, entre las obras narrativas, Ernesto (1855), La hermana de la Caridad (1857) y El suspiro del moro (1885). Son también interesantes los libros escritos sobre temas italianos durante los viajes y el destierro, como Recuerdos de Italia y el dedicado al pintor Fra Filippo Lippi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario