José Canalejas
(José Canalejas y Méndez; El Ferrol, 1854 - Madrid, 1912) Político español. Este abogado madrileño se dedicó a la política tras fracasar en las oposiciones a catedrático de universidad. Procedente del Partido Demócrata Progresista, al producirse la Restauración borbónica se incorporó al Partido Liberal de Sagasta. Fue ocupando cargos políticos de importancia creciente: diputado desde 1881, subsecretario de la Presidencia (1883), ministro de Fomento (1888), de Gracia y Justicia (1888-90), de Hacienda (1894-95) y de Agricultura, Industria y Comercio (1902); desde ese último departamento impulsó la creación del Instituto del Trabajo.
José Canalejas
A raíz de la Guerra de Cuba (1895-98), que puso fin al dominio colonial español en las Antillas, Canalejas empezó sus ataques contra el líder y fundador del partido, destacándose como cabeza de una corriente izquierdista que defendía ideas democráticas y anticlericales.
En 1910 consiguió unificar transitoriamente las diversas corrientes que pugnaban en el interior del liberalismo, aupándose a la Presidencia del Consejo de Ministros; durante más de dos años y medio impulsó desde el gobierno un programa de reformas: abolió la Contribución de Consumos, estableció el servicio militar obligatorio y limitó la instalación de órdenes religiosas («Ley del candado»). En gran medida el ascenso al poder de Canalejas representaba otra oportunidad de afrontar la "revolución desde arriba" en clave liberal (una vez que había fracasado el similar intento de etiqueta conservadora de Antonio Maura), una empresa ardua por los viejos problemas derivados del anticlericalismo, del regionalismo, de la ineficacia administrativa, de la incapacidad militar, del conflicto marroquí y de la lucha obrera.
Canalejas consiguió imponer su autoridad, no sin dificultades, en las filas de un liberalismo en las que por varias causas habían desaparecido o iban perdiendo sus posiciones de antaño los notables de la generación anterior -Vega de Armijo, López Domínguez, Moret, Montero Ríos...- y se dispuso a abordar los temas pendientes. Por ello manifestó a la Santa Sede su intención de reducir por distintos procedimientos el número de instituciones religiosas en España. Pero su propósito último de llegar a la total separación de la Iglesia y el estado de manera negociada encontró fuerte oposición tanto en círculos vaticanos como entre los clericales españoles, que desarrollaron una intensa campaña contra la política gubernamental en el verano de 1910. Canalejas promulgó, en diciembre, la llamada «Ley del candado», prohibiendo durante dos años la instalación de nuevas órdenes y congregaciones religiosas si no contaban con autorización previa. Al cabo de este tiempo se preveía la publicación de una nueva Ley de Asociaciones.
Además de ésta, las mayores preocupaciones de Canalejas se manifestaron en el tratamiento de diversos aspectos vinculados por el común denominador de la política social. Su rechazo del impuesto de consumos y la nueva Ley de Reclutamiento Militar, que intentaba al menos poner límites al sistema de redenciones a metálico, conectaban estrechamente con el sentir popular. No obstante, se encontró con un recrudecimiento de las tensiones socio-laborales, que fue particularmente intenso en Asturias, Barcelona, Madrid, Valencia y Vizcaya. En materia de orden público, hubo de emplear la fuerza para reprimir el intento de sublevación republicana de 1911 (motín del guardacostas Numancia y sucesos de Cullera) y la huelga ferroviaria de 1912. Pero no realizó las esperadas reformas políticas que habían de transformar el régimen liberal en una verdadera democracia, acabando con el caciquismo y el fraude electoral.
La misma ausencia de respaldo a su política reformista quedó de manifiesto cuando trató de aplicar, no ya un proyecto de expropiación de tierras cultivadas o incultas con indemnización, que fue bloqueado, sino algunas normas laborales emanadas durante su mandato (julio de 1912), como la prohibición del trabajo nocturno de la mujer y la limitación del horario laboral en las minas a nueve horas diarias y a 72 semanales en el sector textil, incluyendo el descanso dominical.
Canalejas puso también proa al asunto del regionalismo abordando posibles reformas para la administración catalana, pero apenas si pudo avanzar en campo tan complicado frente a las maniobras dilatorias de algunos miembros de su propio partido, como era el caso del conde de Romanones o de Segismundo Moret. En política exterior, visitó Marruecos con el rey Alfonso XIII en 1911 y ordenó la ocupación de Larache, Arcila y Alcazarquivir en respuesta a la ocupación francesa de Fez; las negociaciones que inició con los franceses conducirían, poco después de su muerte, al establecimiento de un protectorado conjunto en Marruecos.
Canalejas fue asesinado por un anarquista cuando miraba el escaparate de una librería en la Puerta del Sol, abriéndose desde entonces una larga pugna por el liderazgo del Partido Liberal. El atentado ponía fin a su obra de reformas, a su esfuerzo regeneracionista, truncando definitivamente, tal vez, la última de las oportunidades de reconducir la nave de la Restauración. Desde entonces, la lucha política se centró en alcanzar el poder y no en su ejercicio para modernizar al país, para conectar con sus problemas y procurarles soluciones que a corto o largo plazo resultasen válidas.
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