viernes, 21 de mayo de 2021

Nicolás Salmerón

 

Nicolás Salmerón

Presidente de la Primera República Española (Alhama la Seca, Almería, 1838 - Pau, Francia, 1908). Estudió derecho en Granada y filosofía en Madrid con Sanz del Río, por cuya influencia se sumó a la corriente krausista. Trabajó como profesor de bachillerato (1858) y como catedrático de la Universidad Central (1866). Al mismo tiempo, se integró en el Partido Demócrata, cuyas ideas defendió mediante artículos periodísticos, discursos en el Ateneo y conspiraciones revolucionarias que le condujeron a la cárcel (1867).


Nicolás Salmerón

Al triunfar la Revolución de 1868, que derrocó a Isabel II, se proclamó republicano, aunque reconoció que esta corriente no estaba madura para asumir el poder. Fue elegido diputado por Badajoz en 1871 y, al abdicar el rey Amadeo de Saboya, apoyó en el Parlamento la proclamación de la Primera República (1873).

Participó en su primer gobierno como ministro de Gracia y Justicia; cuatro meses después fue nombrado presidente del Congreso; y un mes más tarde jefe del Poder Ejecutivo (cargo equivalente al de presidente del Gobierno y presidente de la República, inexistente en tanto no se aprobara una nueva Constitución).

Como ministro había decretado la separación entre la Iglesia y el Estado, la inamovilidad de los funcionarios públicos y una reforma penitenciaria; como presidente (menos de dos meses) intentó recomponer la autoridad central, reorganizando el ejército y sofocando la revuelta cantonalista: no lo consiguió, pero los militares conservadores que puso en el mando acabarían volviéndose contra el régimen. Dimitió alegando problemas de conciencia para firmar dos sentencias de muerte. Le sucedió Emilio Castelar, a quien Salmerón hizo una oposición implacable, hasta el punto de negarle el voto de confianza que pedía para conjurar las amenazas contra la República.

Restaurada la Monarquía de los Borbones por el pronunciamiento militar de Sagunto (1874), Salmerón perdió su cátedra, que no volvería a ocupar hasta 1884. Siguió conspirando por la causa republicana, primero desde su exilio en Francia y luego dentro del país, como diputado por el Partido Progresista.

De los diversos grupos políticos en los que se hallaban divididos los republicanos españoles, Salmerón encabezó una tendencia moderada, e intentó agrupar a las demás en la Unión Republicana con la esperanza de obtener buenos resultados del restablecimiento del sufragio universal (1890); pero el caciquismo y la manipulación electoral le impidieron cosechar más que algunos éxitos simbólicos.

La derrota de España en la guerra colonial de 1898 le hizo creer en la inminencia de la crisis de la Monarquía y clamó inútilmente por su destrucción, apelando incluso a un golpe de Estado militar. En 1907, fracasada su política de unificar a los republicanos, optó por aliarse con los catalanistas y otras fuerzas antidinásticas en la coalición Solidaridad Catalana, que obtuvo un triunfo electoral aplastante en Cataluña.

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