¿Cómo
se puede llamar fiesta a esta espantosa matanza?
Por Pablo Gasco de la Rocha
Quien
maltrata a un animal, merece ser tratado mal…
¿Qué
glamour es este? ¿Cómo se puede llamar a esta espantosa matanza fiesta?
La lidia,
los toros, esto que llaman “Fiesta”, se ha convertido en un pase de modelos y
pasarela de lucimiento para todo tipo de personas… Políticos, empresarios,
escritores, periodistas, aristócratas y señoras de buen ver. Van a una
carnicería a ver morir a un animal, previamente maltratado, de cuyo sufrimiento
agónico hay estudios perfectamente documentados por especialistas.
Frente al animal, aturdido y desconcertado por el viaje hasta el lugar del
sacrificio, el foso circular y las voces, tenemos a un individuo “diestro” en
la técnica de burlarle, que las más de las veces sale ileso, salvó que sea un
atolondrando como puede ser el caso del tal José Tomás. Que para
mí que tiene cara de loco.
Confunden algunos ser español con gustarle esta matanza, y argumentan todo tipo
de razones sin mayor fundamento, haciendo caso omiso a lo que dé se sobra se
sabe. A saber:
Que el toro, como mamífero que es, cuenta con un sistema nervioso evolucionado.
Y que, durante la lidia, el toro está sometido a una tremenda y progresiva
tortura que se dirige a la anulación de su capacidad de defensa, debido al
colapso orgánico y al dolor progresivo de las banderillas, la puya, la espada y
la puntilla.
En cuanto a las banderillas,
son afilados arpones diseñados para desgarrarla piel y engancharse con fuerza
en los tejidos internos. La hemorragia y gravísimas heridas que provocan en los
músculos y tendones cercanos a la espina dorsal impiden al toro levantar la
cabeza. Este mismo fin se persigue con la acción del Picador a caballo mediante
la puya,
que es además el primer elemento en entrar en juego.
Por lo que respecta a la espada,
puede destrozar el hígado, los pulmones, la pleura y el diafragma, dependiendo
del lugar por donde penetre. Cuando secciona la gran arteria, el toro agoniza
entre enormes vómitos, ahogado en su propia sangre. La espada puede clavarse
muchas veces al mismo toro.
La puntilla se
utiliza para rematar al toro moribundo, intentando seccionar su médula espinal,
a la altura de las primeras vértebras: atlas y axis. El toro queda paralizado
sin poder mover los músculos y en la mayoría de los casos aún entra vivo al
desolladero.
En cuanto a esta violencia contra el toro, en puridad, maltrato animal, sería
conveniente hacer dos consideraciones estudiadas a nivel psicológico: 1º. Predispone a la
violencia social. 2º. Inhibe
el desarrollo de las personas.
Así pues,
cuando se minimiza el maltrato animal, se está incubando en la sociedad una
bomba de relojería. Ovidio ya nos advirtió hace dos mil años que “la crueldad
hacia los animales enseña la crueldad hacia los humanos”.
P.D. Isabel Díaz
Ayuso, la niña que abandera a la derecha liberal, tiene como uno de sus
principales argumentos contra la izquierda, la defensa de las corridas de
toros, esto es, el “maltrato animal” (una fiesta muy española), en lugar
de prohibir el asesinato de la criatura humana en el vientre de su madre (un
execrable asesinato agravado y un pecado gravísimo). Esta es la
sociedad en la que vivimos.
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