Gilipollas, que te
van a regalar un piso, vótales.
Son voluntariamente ignorantes y
vocacionalmente embusteros, y tú les votas porque eres igual que ellos. Te
engañan porque saben que no te importa que lo hagan. Saben que eres tan imbécil
que, por una pulsión escatológica, te comes sus trágalas rebozadas de
odio y que sus tópicos nauseabundos y sus consignas son tan sucias como
tú mismo. A eso apelan cuando necesitan que les llenes las urnas de votos: a tu
oligofrenia rencorosa, a la sordidez de tus instintos de clase que le echa la
culpa de tus carencias a todo el que tiene lo que a ti te falta. Por eso eres
socialista. Por eso eres comunista. Y más que por eso, para eso. Y tus pastores
lo saben.
Por eso y para eso ahora te ofrecen
un piso. Miles de pisos para que te vuelvas a empadronar en el voto social
comunista. Jamás pisarás el felpudo del piso prometido.
Nunca cruzarás el dintel de su puerta, pero ¡qué más da! si a ti, y ellos lo
saben, te basta con que te mientan para que les regales lo único que tienes, el
voto. Te basta con la mentira, siempre que la mentira sea roja. Sientes por
ellos el morboso magnetismo del cliente del trilero, la atracción del gorrino
por la charca y el apego de la ladilla al putero. Por eso les votas. Les
votarás siempre porque huyes de la verdad tal como el gorrino huye de la
higiene y la ladilla de un pubis limpio y decente.
Te basta con la mentira, siempre que la mentira sea roja, porque la verdad, si
es fascista,
es un delito en la charca democrática. Por eso
arrancaste del portal de la casa de tus padres y de tus abuelos la placa en la
que había un yugo y unas flechas del Ministerio
de la Vivienda. La casa en la que te criaste y a la que has
tenido que volver porque los socialistas y los comunistas te han dejado en
pelota picada en mitad de la charca, solo con tus ladillas y tu voto. ¡Hala,
gilipollas, vótales que te van a regalar un piso! El felpudo eres
tú, para que en tu jeta los socialistas y los comunistas limpien las
pezuñas de sus mentiras.
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