La cajera trastornada y la ley trans.
Ya se sabía que nada bueno traían los «refrescos»
de Pablo Iglesias en las letrinas parasitarias de lo podemita y menos cuando la
más fresca entraba en el gobierno como vicepresidente sociocomunistoide de la
mano de Maduro y los pagos en maletas secretas del Delcygate. Cuestión aparte
que la operación de compra de voluntades por lo bolivariano quedara al
descubierto por una de las múltiples chapuzas delictivas de Ábalos protegidas
por la prostitución de la Fiscalía al servicio del miserable cum fraude.
Cuestión aparte tantas aberraciones normalizadas que desembocan en la dictadura
miserable de estos locos sostenidos con desfalco por los dilapidados recursos
del Estado.
Financiación ilimitada a unos
delincuentes disfrazados de política. De ahí, de esa chapuza continuada
derivada de indicios criminales, la obligación de someter a los arbitrios
demenciales de cada ministro a una España cada vez más harta de esta patulea de
impresentables cuyo seguro destino debería ser carcelario, si la Justicia
cumpliera someramente el deber de hacer respetar la ley que estos
transformistas han desvirtuado mafiosamente para delinquir con impunidad, en
pos del desmantelamiento de las instituciones con el objetivo de la
desintegración territorial y moral de España.
En esas estamos con los indultos
sin arrepentimientos en cuanto al despedazamiento territorial y con la cajera
traumatizada respecto a lo moral. La fresca alocada de los refrescos de retrete
del desaparecido moñas-para la posteridad queda el sobrenombre ganado a pulso
parasitario-,la adelantada del harén de las vergüenzas; la lista aventajada de
los machos alfa de turno que de cajera pasó a ministra supurando los rencores
de vayan ustedes a saber qué retorcida infancia. La de los posos psicológicos
convertidos en basura emergente es la convenida y consentida de un desgobierno
criminal a la deriva que pretende cambiar los sexos y confundir la infancia;
amedrentar la psiquis en formación y lanzarla al abismo de lo indeterminado.
Provocar demencias en seres
de crecimiento abortado para convertirlos en víctimas de sí mismos y
caricaturas, sombras de la sociedad, despojos del sanchismo.
¿Qué habrá en la educación de esta
mimada de Satanás para pervertir la infancia que no contenta con retorcer la
normalidad de lo propio busca enajenar la pubertad de las cobayas convertidas
en especimenes de lo indeterminado? ¿Qué clase de subversión padeció la cajera
para perder la dignidad con refrescos de macho alfa y tener la desvergüenza de
adjudicarse los méritos que todo el mundo entiende ajenos de su capacidad
profesional y mental? Esta es cuentista indecentemente mantenida cuyo
ministerio de perversiones está financiado por casi quinientos millones de
euros, mientras más de un millón de familias sin recursos contempla a la
epulona de idos caprichos vivir del cuento y a costa de España, ¿para además
emponzoñar los valores tradicionales de la familia y la infancia? Vade retro. Actúa
también a imagen y semejanza del dúo que ocupa La Moncloa de cuyos orígenes dan
cuenta las saunas del Sabiñano, esos vaporosos secretos que Sánchez se guarda,
complacido en dar carta blanca a la fresca cajera convertida en adalid
totalitaria de peculiaridades minoritarias.
No se trata de política sino de
perversión del mismo modo que no asistimos a una normal gestión de gobierno
sino a un circo de monstruos que exhiben con su indecencia una rocambolesca
función de malignidad sin límite. Ahora en la pista evoluciona la cajera
trastornada, la lista de los refrescos de Iglesias, la arrimada al macho alfa
que se cree lo de los méritos propios… Con semejante batiburrillo de extravío
personal no extraña que sus ambiciones sean tan miserables. Y todo por no
haberse cambiado de sexo el «ireno» frustrado. Acabáramos.
Ignacio Fernández Candela
No hay comentarios:
Publicar un comentario