España en la encrucijada.
Por Rafael García Alonso
Tras sus
pésimos resultados en las elecciones generales de 2019 Pedro Sánchez dedicó
todos sus esfuerzos a obtener la presidencia del Gobierno de España, aunque
ello supusiera incumplir todas y cada una de sus promesas preelectorales. En
consecuencia, con la falta de escrúpulos que le caracteriza, P. Sánchez pactó
con comunistas, golpistas y filoterroristas, conformándose así un nuevo Frente
Popular que habría de regir los destinos de la nación española a lo largo de la
legislatura que este año concluye. Como no podía ser de otra forma, ya que de
la mala hierba nada bueno se puede esperar, las consecuencias derivadas de la
actuación de este Gobierno Frankenstein han sido funestas para los españoles.
Así, el entramado podemita, consciente de que el comunismo solo
puede prosperar electoralmente en medio del caos, ha traído consigo la
crispación y la fractura social, todo ello con el rotundo apoyo del psicópata
monclovita. De esta forma hemos asistido, con una mezcla de repudio y
estupefacción, al hecho de que una doctrina como la ideología de género, que
consagra la desigualdad ante la ley de hombres y mujeres y promueve el
enfrentamiento entre ambos sexos, se ha convertido en el eje vertebrador de la convivencia,
contraviniendo las normales pautas de relación determinadas por la propia
naturaleza del ser humano. Asimismo, en apoyo de las aberrantes demandas del
colectivo LGTBIQ+, se ha legalizado el cambio de sexo a partir de los 12 años,
una edad en la que los individuos no han desarrollado plenamente su
personalidad, con el agravante de que ni los progenitores ni los psicólogos y
psiquiatras pueden interferir de ningún modo en la decisión del menor a la hora
de iniciar un proceso de cambio de sexo que indefectiblemente concluye con la
lamentable mutilación de los genitales y la hormonación de por vida. A su vez,
hemos podido comprobar como desde el Gobierno socialcomunista, en lugar de
implementar políticas de ayuda a la mujer embarazada, se promueve el aborto
indiscriminado, demostrando la enorme maldad que anida en sus entrañas al negar
alegremente el derecho a la vida del nasciturus. Igualmente, el Gobierno
socialcomunista, plenamente inmerso en la “cultura del subsidio” con la única
finalidad de desarrollar redes clientelares de voto cautivo, ha basado su
política económica en la expansión del gasto público, lo cual ha traído consigo
un vertiginoso crecimiento de la deuda pública y una fiscalidad confiscatoria
que compromete la viabilidad de las empresas y autónomos, convirtiéndose así en
una infernal máquina de creación de parados. Además, en una línea de acoso
indisimulado a la propiedad privada, también hemos asistido a la defensa por
parte del Estado de la ocupación de viviendas por individuos en su mayoría
delincuentes, llegando esta promoción de la okupación al punto de registrar en
el Congreso una proposición de ley que contempla ilegalizar empresas como
“Desokupa”, debido a la impagable ayuda que a tantas familias ha prestado para
recuperar su vivienda, lo cual ya es el colmo de la indecencia. Acompañando a
todo ello nos encontramos con el apoyo del Gobierno socialcomunista a las
mafias de tráfico de personas, de tal forma que actualmente tenemos una
inmigración descontrolada, que no hace otra cosa que provocar, por un lado, el
desarrollo de guetos culturales que se convierten en zonas “no-go” y, por otro
lado, el aumento de la delincuencia debido a la falta de integración social de
los inmigrantes ilegales. Por último, en este breve relato de barbaridades
cometidas por este Gobierno de rasgos sociopáticos -ya que no distingue el bien
del mal- vemos como, más allá de un discurso falsario en defensa del medio
ambiente, nuestro deplorable presidente para disminuir la emisión de gases de
efecto invernadero a la atmósfera no hace otra cosa que desplazarse en el
Falcon, mientras que para paliar la sequía que secularmente padece España no
tiene otra ocurrencia que destruir 108 embalses, lo cual pone en riesgo el
suministro de agua a la población, amenaza la supervivencia de la agricultura y
la ganadería y provoca una disminución de la producción de una energía verde
como es la hidráulica. En consonancia con todo lo expuesto, cabe concluir que
la coalición entre socialistas y comunistas solo ha ocasionado una progresiva
demolición del constructo ideológico y moral propio de la civilización
occidental, así como una acelerada propagación de la conflictividad social y la
miseria a lo largo y ancho del territorio nacional, todo lo cual no debe
sorprender a nadie, ya que ese es su legado habitual.
Igualmente,
los pactos de Pedro Sánchez tanto con el independentismo catalán -supremacista
y golpista- como con el separatismo vasco -racista y terrorista- ha tenido nefastas
consecuencias para la convivencia ciudadana y el desarrollo de las siempre
necesarias políticas de ámbito nacional, al perpetrarse desde la más absoluta
impunidad un ataque sin precedentes a la unidad de la nación española,
vulnerándose así el pacto constitucional suscrito por la inmensa mayoría de los
españoles.
Por lo que respecta al pacto entre socialcomunistas e
independentistas catalanes, hemos podido comprobar como P. Sánchez ha cumplido
sumisamente con todas y cada una de las demandas de ERC, de tal forma que el
Gobierno socialcomunista ha concedido el indulto a los líderes políticos
golpistas, ha eliminado del Código Penal el delito de sedición a la vez que
rebajaba las penas para el delito de malversación de caudales públicos y ha
permitido que se elimine el español como lengua vehicular en las escuelas
catalanas, dejando con todo ello allanado el camino para una nueva intentona
sediciosa. Con la falsedad que le caracteriza, según P. Sánchez con todas estas
medidas se ha conseguido normalizar la relación entere el Estado español y la
Generalidad catalana, cuando la realidad es que el propio presidente catalán,
Pere Aragonés, ha anunciado a bombo y platillo la celebración en un breve lapso
de tiempo de un nuevo referéndum de autodeterminación, lo cual para nada
sugiere que efectivamente se haya llegado a un entente cordial entre el Estado
español y las fuerzas políticas independentistas.
En relación al pacto entre socialcomunistas y separatistas vascos,
cabe decir que la subordinación del Gobierno de P. Sánchez a las exigencias de
un filoterrorista como Arnaldo Otegi ha sido la nota predominante de esta
ignominiosa relación, caracterizada por la búsqueda de apoyo parlamentario por
los unos y el blanqueamiento del terrorismo abertzale por los otros. Así, hemos
podido ver de cómo se trasladaba a todos los presos etarras a las cárceles
vascas para la obtención de beneficios penitenciarios, como se permitían los
actos callejeros de exaltación del terrorismo, como se aceptaba la puesta en
marcha de un proceso de inmersión lingüística y, en el colmo de la ruindad,
hemos escuchado a P. Sánchez mostrar sus condolencias al entramado abertzale
por el suicidio en la cárcel de Martutene del terrorista Igor González Sola.
Como contrapartida, en una clara demostración de que con las bestias
sanguinarias solo cabe acabar con ellas, Bildu ha respondido al servilismo de
P. Sánchez incluyendo en sus listas electorales a 44 condenados por pertenencia
a ETA, ninguno de los cuales ha manifestado el más mínimo arrepentimiento por
sus actos terroristas. Pues bien, frente a tamaña perversidad no por esperado
deja de ser deleznable el que no haya habido ni el más mínimo reproche por
parte del psicópata ávido de poder que tenemos al frente del Gobierno de
España, demostrando así que su bajeza moral no admite límite alguno.
Ante tan
deplorable escenario el nuevo Frente Popular ha encontrado en la Ley de Memoria
Democrática su “bálsamo de Fierabrás”, ya que, apelando no a la racionalidad
sino al sentimentalismo, se impone de manera absolutamente dictatorial un
relato maniqueo y falsario en virtud del cual todo partido de derechas es
esencialmente fascista, mientras que todo partido de izquierdas o
independentista es progresista, logrando así aglutinar -ya sea por ignorancia,
por necedad o por intereses espurios- a cierta parte de la ciudadanía. Son
muchos los politólogos que han señalado que ello supone “reabrir viejas
heridas” lo cual no deja de ser otra cosa que un eufemismo, ya que lo que
subyace en dicho sintagma es la pervivencia de una estructura política
caracterizada por la aceptación tácita de una dicotomía basada en el
ensalzamiento de la izquierda y la estigmatización de la derecha. En
consecuencia, en España no es ya que se estén reabriendo viejas heridas, sino
que lo que realmente se está produciendo es una encarnizada batalla ideológica
en la que se enfrentan dos proyectos políticos: por un lado, un proyecto
socialcomunista, basado en la destrucción de la unidad e identidad histórica y
moral de la nación española y la instauración de una república confederal de
carácter bolivariano, y, por otro lado, un proyecto liberal-conservador, que
apuesta por la unidad de España y la preservación de su historia, principios y
valores. Inmersos en esta encrucijada ha llegado la hora de que los españoles
decidamos cual de ambos modelos merece nuestra confianza, para de esta forma
marcar la senda de nuestro destino. “Alea iacta est”.
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