Crítica a «44 Hechos científicos corroborados por la Biblia» (I)
Algunas webs esotéricas publicaban recientemente un artículo titulado «44 Hechos científicos corroborados por la Biblia», que ha tenido eco en numerosos blogs y páginas religiosas de las que suelen abrazar el literalismo bíblico. Para un no iniciado, la lectura del documento puede resultar hilarante, pero puede representar una fuente de confusión importante para aquellos que lo abordan desde una actitud poco crítica y abierta a la sugestión y manipulación.
Como las cuadernas de Nostradamus, o cualquier libro de profecías que se precie, la ambigüedad de los escritos junto con una interpretación manipulada puede presentar una serie de coincidencias demasiado importantes para ser atribuidas al azar o la falta de precisión. Sin embargo no es así, como analizaremos en las siguientes líneas. Por motivo de extensión, en este primer artículo abordaremos los cinco primeros «hechos». En entradas futuras iremos desgranando una por una, la consistencia de la supuesta sabiduría encerrada en un libro escrito hace más de 2.000 años y que, según el autor del artículo, se adelantó a los descubrimientos científicos de los dos últimos siglos.
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1. Job 26:7 La Tierra Flota en el Espacio. Mientras que otras fuentes situaban a la tierra sobre la espalda de un elefante o una tortuga, o que era sostenida por Atlas, la Biblia predijo lo que hoy comúnmente se conoce… “Dios Cuelga a la Tierra sobre nada”. (y si le dejan escribir un poco más, revela los volcanes de Io)
Bueno… este es el típico ejemplo de manipulación y citas muy seleccionadas. En Job 26:7 (la única referencia bíblica al «cuelgue» de la Tierra) no se está diciendo que nuestro planeta sea una pelotita suspendida en el espacio y girando alrededor del sol. La cita origina es «Él extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada» (Reina Valera Gómez, 2010), algo bastante más ambiguo y coincidente con mitologías antiguas del vertiente fértil, como la egipcia y la babilonica, de las que la Biblia contiene importantes influencias.
Y es que la aseveración de que «otras fuentes» situaba a la tierra sobre la espalda de un elefante o una tortuga, o la referencia al mito griego de Atlas, supone de nuevo una tergiversación de la historia, cuando no una ignorancia sobre la mitología antigua. Con esta frase se pretende inducir la idea de que la cosmología hebrea era completamente diferente al resto, algo que es totalmente falso. El mito de la tierra sustentada por cuatro elefantes a lomos de una tortuga es un antiguo mito de origen hindú, no la concepción general de la antiguedad. Por otra parte, Atlas no sujetaba la tierra sobre sus hombros, sino las columnas que soportaban los cielos. La imagen de un coloso que carga con un enorme globo terráqueo es una interpretación moderna que no corresponde con el mito original.
Tanto la Biblia como las cosmologías antiguas de las que se alimenta (fundamentalmente la egipcia y la babilónica) son poco claras en cuanto a la estructura del universo, dado que mezclan cosmología y cosmogonía preocupándose más de esta última.
Sin embargo, analizando muchos otros capítulos de la Biblia, tal y como señalan los expertos, la concepción global de los autores del antiguo testamento éra esencialmente la misma que la de egipcios y babilonios. Como señala Helge Kragh (2008): «La Tierra plana, con forma de disco, está rodeada por un mar; por debajo de la Tierra hay pozos y fuentes conectados con la parte superior de la Tierra, así como con el gran abismo, llamado Tehom. La Tierra descansa sobre columnas y por encima de ella está el cielo o firmamento. Las aguas se encuentran no solo en la Tierra o por debajo de ella, sino también por encima del firmamento«.
Una concepción prácticamente semejante a la de las cosmologías egipcia y babilónica, que presentan una tierra con forma de disco o cilindro rodeado de agua sobre el que se situaba el cielo, por debajo del cual se situaba un abismo o inframundo, con diferentes nombres según las culturas.
Como mencionábamos, los relatos egipcios, babilónicos y hebreos son una confusa estructura entretejida con atributos personales de cada uno de los dioses con los que identificaban aguas, tierras o cielos, y tampoco debe buscarse en estos escritos un esquema realista del universo, algo que nuestra moderna mentalidad trata siempre de encontrar entre líneas, pero que no era lo que estos antiguos escritores deseaban reflejar.
Así pues, la visión bíblica no parece especialmente revolucionaria ni coincidente con nuestro conocimiento actual de la estructura del Sistema Solar y el Universo, sino perfectamente integrada en su entorno histórico, del que hereda la mayor parte de conceptos.
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2. Hebreos 11:3 La Creación se compone de partículas atómicas, Invisibles a nuestros Ojos. No fue sino hasta en el siglo 19 que se descubrió que toda materia visible se compone de elementos invisibles. (Y chincharos, que no vais a descubrir el bosón de Higgs ni de coña…)
Vamos a ver, Hebreos 11:3 reza «Por fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve, fue hecho de lo que no se veía» (Reina Valera Gómez, 2010). Deducir de este texto que el autor está hablando de átomos representa una capacidad de imaginación que sobrepasa a J.R.R. Tolien.
Esto es a lo que yo llamo «interpretación libre a lo Nostradamus»: un texto ambiguo que puede adaptarse a nuestra mejor conveniencia, por ejemplo:
– La creación se realizó a partir del éter (invisible) que impregna el universo [Biblia aristotélica]
– La creación partió de la aparición de materia ordinaria (visible) a partir de materia oscura (invisible) [Biblia astrofísica]
– La creación se llevó a cabo convirtiendo a Papá Nöel y sus renos (invisibles) en estrellas y planetas (visibles) [Biblia navideña lapona]
Por otro lado, cabría señalar que -por el contrario- las primeras concepciones de la materia formada por átomos o elementos indivisibles se deben al atomismo hindú y griego, en los siglos VI a.c. y posteriores. Y ya en aquellos tiempos eran más explícitos que en Hebreos 11:3.
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3. Génesis 6:15 Dimensiones exactas para la estabilidad de los buques. Constructores de barcos saben bien que para que una nave flote se necesita que lo largo sea seis veces su ancho. Hay que tener presente que Dios dio las medidas ideales a Noé hace 4,500 años. (¿y de los transbordadores espaciales no decía nada?)
Un poquito prepotente la afirmación. En primer lugar, no es un hecho que Noé navegara hace 4.500 años; la Biblia dice que navegó, que no es lo mismo. Esto significa que no podemos asegurar el conocimiento de las proporciones citadas más allá de la fecha del propio manuscrito, que en el caso del Génesis se sitúa entre el 950 y 500 a.c., no alcanzando su forma actual hasta el siglo V a.c., es decir, hace 2.500 años.
El relato bíblico del barco de Noé no da idea de su estructura, sino de sus medidas, adecuadas para sustentarse sobre el agua sin volcar y con poca o nula capacidad de maniobra. Esto al menos es coherente: la nave supuestamente no estaba diseñada para navegar, sino exclusivamente para flotar. Lo que ocurre es que no es cierto que para que una nave flote se necesite exactamente una proporción entre largo y ancho de 6 a 1. La relación eslora (largo) / manga (ancho) ofrece mayor estabilidad con valores más bajos y menor resistencia al avance a valores mayores. De esta forma, esta relación varía considerablemente, desde aproximadamente 12 a 1 de un drakkar vikingo hasta el 3 a 1 de un remolcador moderno; los transatlánticos más grandes (como el Queen Mary II o el Freedom of the Seas) rondan el 8:1. Muchos petroleros presentan proporciones similares a la supuesta arca de Noé, 6:1.
En las fechas en las que se escribió el Génesis, egipcios, minoicos, micénicos y fenicios llevaban más de mil años navegando por el Mediterráneo, y con gran éxito. El transporte de mercancías era bien utilizado, especialmente por estos últimos, y los conocimientos sobre las proporciones necesarias para el transporte y la guerra lo suficientemente avanzadas como para conocer esta relación entre longitud y anchura. Por ejemplo, uno de los barcos fenicios de Mazarrón (Mazarron 2), dedicado al transporte de lingotes de plomo, tiene unas dimensiones aproximadas de 8,20 m de eslora, 2,20 m de manga (relación 3,7:1), la adecuada para un cargamento de peso.
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4. Levíticos 15:13 Lavarse en Corrientes de Aguas. Por siglos, las personas ingenuamente se lavaban en aguas estancadas, pero hoy se reconoce la necesidad de agua limpia para evitar infecciones. (Ramsés II: lavaros en los charcos pestilentes, que el Nilo baja demasiado limpio esta mañana…)
Bueno, tanto como ingenuamente… Desde los antiguos hindúes (3.000 a.c.), pasando por los palacios minoicos (2.000 a.c.), las casas aristocráticas egipcias (1.500 a.c.) y los baños romanos, las culturas avanzadas de estas regiones utilizaban agua corriente para la limpieza. En todas estas civilizaciones se han encontrado restos de conducciones, incluso en algunas para agua caliente.
Es encomiable el mensaje en pro de la higiene de muchos libros mitológicos como la propia Biblia, pero de ahí a decir que la gente se lavaba en aguas estancadas hasta la revelación divina de Levíticos, es mucho decir. De hecho, el término «higiene» no proviene de la Biblia, sino de la diosa griega Higiea, encargada de la salud y la prevención de enfermedades.
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5. Deuteronomio 23:12-13 Industria Sanitaria. Dios ordeno a su pueblo de tener siempre una pala para que pudieran cubrir el excremento (letrina). El registro histórico sobre la primera Guerra Mundial indica que muchos soldados murieron por infecciones a falta de aislar los desechos humanos. (Todo el mundo sabe que hasta después de la I Guerra Mundial la peña iba dejando los excrementos por cualquier sitio…)
Bueno, al menos no atribuyen a la Biblia el invento de la pala, algo es algo. Pues mire usté, caballero, aún antes del consejo del Deuteronomio y mucho antes de la Linea Maginot, hace 10.000 años los escoceses construian desagües para sus letrinas.
Hombres de dios ¿acaso creen que los fenicios y los griegos iban cagando por las calles? La preocupación por el aislamiento de los excrementos es tan antiguo como la propia civilización, prácticamente todas las culturas han empleado algún método para alejar o aislar los excrementos desde mucho antes de que la Biblia lo aconsejara (aunque de nuevo representa una encomiable labor). Precisamente, y en relación al punto anterior, uno de los factores que agravó los problemas relacionados con la higiene hasta el siglo XIX (y bastante después en según que regiones), fue la acumulación de habitantes en grandes núcleos urbanos sin alcantarillado ni contacto directo con el campo donde poder aislar las defecaciones. El famoso «Agua va» se escuchaba en poblaciones muy cristianas, pero claro, es difícil coger una pala para enterrar un excremento en el centro del París del siglo XVIII.
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