El Ser Imaginario - Capítulo 17 (Sobre el Ateísmo)
"No pretendo probar que Dios no existe... El Dios cristiano puede existir; igualmente pueden existir los dioses del Olimpo, del antiguo Egipto o de Babilonia. Pero ninguna de estas hipótesis es más probable que la otra: se encuentran fuera de la región del conocimiento comprobable y, por lo tanto, no hay razón para considerar ninguna de ellas... Dios y la inmortalidad, los dogmas centrales de la religión cristiana, no son esenciales a la religión, ya que ninguno de ellos se encuentra en el budismo.... pero en Occidente hemos llegado a considerarlos como el mínimo irreductible de la teología. Sin duda la gente continuará teniendo esas creencias, porque son agradables, como es agradable considerarnos a nosotros mismos virtuosos y considerar malvados a nuestros enemigos.”
Bertrand Russell, filósofo, matemático, lógico y escritor británico. (1872 - 1970)
El término “ateo” significa “sin Dios”. Se trata básicamente, de quien no acepta argumentaciones basadas en la fe; busca evidencias, y en ellas se basa para emitir un juicio.
No hay bien más preciado para el ser humano que su intelecto. La racionalidad, nos ubica en la cúspide de la Evolución. ¿Qué tanto valoramos esta característica que no tiene parangón en la Naturaleza? Tanto como la ponemos en práctica en nuestras vidas. No hay mérito en el conformismo y el desconocimiento, la razón recompensa a las mentes inquietas.
Es evidente, que el adoctrinamiento y el desinterés por la veracidad, cumplen su función de manera efectiva: impedir el discernimiento y eliminar cualquier resabio de intelecto que pudiera amenazar la adopción de mitos. De hecho, la brillantez intelectual que la definición “Ser racional” supone, no es una cualidad inherente a todos los seres humanos. Incluso podría decirse, que el común denominador de la población mundial, vive una existencia rudimentaria y poco pretenciosa.
Nuestro deber moral como seres pensantes, es transmitir a las siguientes generaciones, valores acordes con nuestra realidad cotidiana. No es ético, entender al conformismo como un mérito, en cambio, deberíamos indagar y obtener las verdaderas respuestas sobre nuestro origen y los fenómenos de la Naturaleza.
Los padres por ejemplo, en su rol de educadores primarios, deberían, este es precisamente uno de los daños que ocasionan las religiones: imponen valores falsos y cercenan la posibilidad del cuestionamiento.
Por otra parte, si entendemos que el ser humano es, por definición, una criatura pensante, y asumimos que su racionalidad es una herramienta de supervivencia y superación; de la misma manera debemos reconocer la legitimidad de dicha herramienta por sobre la intuición y el mito inculcado.
¿Qué bien puede brindarnos la negación de la razón y el ignorar los designios de la Naturaleza? Evidentemente ninguno, por lo tanto, solo hay dos posibles caminos para la humanidad: aferrarse al mito de manera definitiva o aceptar de una vez por todas las responsabilidades que nuestro intelecto nos confiere. En palabras de Simone Beauvoir:
“Lejos de que la ausencia de dios autorice toda licencia, al contrario, el que el hombre esté abandonado sobre la Tierra, es la razón de que sus actos sean compromisos definitivos.” (1)
No tiene objeto cuestionarnos sobre el sentido de la nuestra existencia, en lugar de ello, deberíamos preguntarnos fuertemente sobre nuestra motivación para existir. ¿Cuál es el motivo para seguir adelante? ¿Qué nos impulsa? Si pretendiéramos ampliar nuestro conocimiento y potenciar nuestras capacidades como seres pensantes, para así poder aspirar a un futuro próspero para nuestra especie, deberíamos entonces regirnos por paradigmas realistas, tomar lo que nos es útil y descartar lo que no nos aporta en dicha búsqueda.
Las religiones, representan un freno a las nuevas ideas, obstaculizan los avances sociales y nos retrotraen al oscurantismo. Por otro lado, anulan el pensamiento crítico y exaltan el temor a lo desconocido. Toda religión es, de por sí, dogmática, carente de autocrítica y ajena a cualquier conocimiento.
En este punto, podemos poner las posibles opciones en perspectiva, para así establecer una comparación entre sistemas de pensamiento antitéticos, reconociendo falencias y virtudes de cada uno:
Las creencias se basan en mitos, interpretaciones no razonadas que suponen una explicación para, no sólo lo que vemos a nuestro alrededor, sino también para los resultados de las situaciones cotidianas. El religioso, se encuentra particularmente cómodo siendo regido por sistemas irracionales; mismos que le son satisfactorios cada vez que lo eximen de indagar. Es decir que, proyectan en sus mentes una fantasía, que les permite evadir el desgaste intelectual. La superstición, apela al conformismo y al sin sentido de explicar lo que se desconoce, por medio de pseudo-explicaciones.
El escéptico en cambio, se basa en la duda, en la puesta en práctica de la crítica sobre los fenómenos a los que está expuesto.(2) Apela a la razón para desentrañar los misterios de la vida. El escéptico es realista, no basa sus conclusiones en mitos, sino en realidades tangibles. Adopta una filosofía de vida, basada en la razón y acepta la realidad, entiende que la muerte es inevitable y niega la existencia de seres incomprobables, como dioses o cualquier otro tipo de deidad.
En el orden intelectual o lógico, se hacen necesarios métodos de análisis; es imposible para nosotros racionalizar el mundo sin éstos. Por ello, necesitamos cuestionar y obtener criterios de verdad sobre todas las cosas, para así definir, qué tan posibles son en la práctica.
El espíritu analítico, es siempre necesario como método de conocimiento. Si entendemos esto, podemos inferir que, basados en nuestra lógica, debemos medir la realidad o la probabilidad de determinados sucesos. Si un sistema de pensamiento, se fundamenta en realidades comprobables para llegar a una conclusión, podemos decir que estamos frente a un modelo coherente y objetivo desde cualquier punto de vista. En palabras de Aristóteles:
"Una verdad debe ser una deducción de otras verdades." (3)
Después de todo, si tomamos como parámetro la realidad, debemos reconocer que toda filosofía que la evada, será de por sí, absurda.
Tenemos entonces dos filosofías, una que convalida y legitima el conformismo y la irracionalidad, así como el despropósito de la veneración a seres incomprobables. Y otra que propone tomar las riendas del propio destino, asumiendo las responsabilidades, reconociendo a la realidad como único parámetro y a la razón como medio para reconocerla. Sólo uno de estos sistemas de pensamiento fomenta la libertad intelectual; sólo uno se basa en la razón, así como en la valoración del humano como ser pensante.
Teniendo en cuenta ambas opciones y considerando que nuestro objetivo final debe ser la superación como especie, deberíamos optar entonces por la objetividad y el sentido común. Siempre llegaremos a la misma conclusión, no existen mitos válidos, ya que son sólo eso; mitos.
¿Debemos, como seres pensantes, basar nuestro proceder en fantasías y supersticiones de todo tipo? Evidentemente, la respuesta más sensata será siempre que NO… La razón debe prevalecer sobre la intuición, ya que no existe bien posible para nuestra especie, si nos negamos a nosotros mismos como lo que somos: criaturas racionales.
Si buscamos una respuesta honesta al respecto de la efectividad del ateísmo como sistema, debemos tener en cuenta, que éste no es, salvo excepciones, un sistema que se haya aplicado a gran escala. Es una doctrina más acorde con el humanismo y la libertad de pensamiento, que con la masificación ideológica que las religiones practican actualmente. A pesar de ello, los ateos han sido muy relevantes en la historia. Muchísimos personajes, de las más diversas ramas del conocimiento, tenían una filiación humanista, o bien, eran serios críticos del sistema religioso imperante. Debemos también reconocer, que el sólo hecho de no creer en Dios, no mejora ni empeora nada; aunque muchos avances sociales son consecuencia del pensamiento escéptico y la negación de las normas cristianas: el laicismo, la libertad de opinión, la independencia intelectual, la potestad sobre el cuerpo y la sexualidad; así como tantos otros.
¿Cuál es después de todo la alternativa? ¿Entender que algo diferente de lo biológicamente clasificable se encuentra en alguna parte del Universo acuñando poderes y definiendo nuestro destino, sólo por el hecho de existir? Carecer de respuestas al respecto de algunos sucesos o circunstancias de la vida, no es fundamento para tales elucubraciones.
El ateísmo, más que sólo la negación de seres absurdos, representa nuestra verdadera esencia. El hombre, tiene como tarea descubrir, cuestionarse y ejercer sus facultades críticas. El único paradigma al que el humano puede aferrarse, además de la razón, es la libertad; es decir: el encauzar libremente el cumplimiento de su objetivo natural; ¿y cuál puede ser ese objetivo más que ser feliz y hacer felices a quienes ama? ¿Qué otro bien moral puede ser más preciado para cualquier ser humano? Evidentemente, ninguno.
Tales bienes morales nos confieren responsabilidades, o bien, definen cómo se puede sostener la tan anhelada libertad. Nuestra libertad, tanto como nuestra razón, son sólo tendencias naturales, designios que nos definen como lo que, de hecho, no podemos dejar de ser: humanos.
Ejercer la independencia de la razón, no es sino el medio para obtener la tan necesaria y anhelada libertad. De hecho, la razón y la libertad son complementarias, ya que devienen una de la otra. Entonces, y siendo que los bienes humanos no son únicamente de naturaleza material, sino que lo intelectual, hace a la realización de su finalidad natural, es decir, complementa su experiencia en el mundo como ser pensante; no podemos ni debemos perpetuar la irracionalidad, el absurdo ni la negación.
La fe, es el motivo por el cual el hombre ha desdeñado su intelecto en un calabozo de negación, para así perpetuar la ignorancia, la credulidad y el conformismo. La fe es, contrariamente a lo que muchos piensan, un mecanismo que fomenta la desunión familiar, el desamparo del individuo y la abstracción del contexto real. No hay bien posible para nosotros como especie, si no reconocemos tales males y reclamamos la absoluta potestad sobre nuestro destino, sin interferencia alguna de doctrinas dañinas y oscurantistas.
Entonces, y recién entonces, la mediocridad se disipará y dejaremos de estar aprisionados en ese calabozo, producto de la ignorancia, y perpetuado por la errónea esperanza de un bien mayor desde el más allá…
1. Simone Beauvoir (1908 - 1986), fue una pensadora y novelista francesa, representante del movimiento existencialista ateo y figura importante en la reivindicación de los derechos de la mujer.
2. Cuando se conoce en demasía, entonces realmente se puede dudar. No hay conocimiento posible sin duda que lo anteceda, por ello, todo conocedor valora la duda como parte del proceso de adquisición de dicho conocimiento, y es esta misma duda la que da origen al pensamiento crítico.
3. Aristóteles (384 – 322 AEC), fue un filósofo y naturalista griego, considerado uno de los filósofos más importantes de todos los tiempos y uno de los pilares del pensamiento occidental. La cita que refiero en el texto, ha sido descontextualizada, el postulado original es:
“Para ser aceptada como conocimiento científico, una verdad debe ser una deducción de otras verdades."
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