martes, 12 de abril de 2022

Crítica a «44 Hechos científicos corroborados por la Biblia» (VI)

Crítica a «44 Hechos científicos corroborados por la Biblia» (VI)

 


 

Hacía tiempo que no continuábamos nuestra particular crítica al panfleto «44 hechos científicos corroborados por la Biblia», que se ha dispersado por la red y que comenzó teniendo el aspecto del típico bulo que sería citado miles de veces,  originando un meme del tipo «la Biblia predijo muchos descubrimientos científicos del siglo XX y XXI». Nos lanzamos a la pesada labor de ir desmontando las supuestas pruebas del contenido profético del libro sagrado de los cristianos, y modestamente hemos conseguido algo: que al introducir «hechos científicos corroborados por la Biblia», únicamente la quinta entrada corresponda a una copia del panfleto original. El resto de la primera página cita nuestros diferentes artículos críticos. Y todos sabemos lo que eso significa: tienen más visitas y son más citados los argumentos escépticos que la hoja parroquial original.

Así que, como nada anima más que comprobar que tus desvaríos epistolares sirven para algo, vamos con la sexta entrada de la serie, que nos reserva algunas jugosas fantasías.

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26. Isaías 40:26 El Numero de las Estrellas es Finito. Aunque la cifra para el hombre es todavía desconocida, para el Creador de ellas no lo es: “El cuenta el número de las estrellas; A todas ellas llama por sus nombres” (Salmo 147:4).

Esto enlaza con la sentencia anterior (ver Crítica a «44 Hechos científicos corroborados por la Biblia» (V), 25). Viene a decir que hay tantas estrellas que el hombre no puede contarlas pero, a pesar de ello, su número es finito. Más concretamente, el autor pretende afirmar que en los tiempos en los que se escribió la Biblia se creía en un universo infinito, mientras que la ciencia actual ha demostrado que no lo es, por lo que la Biblia se adelantó a su tiempo.

 

Sin embargo, esto representa una doble incorrección: A pesar de que algunos pensadores de la antigüedad como Leucipo (s V a.c.) y Demócrito (460 a.c. – 370 a.c.), otros muchos, como Platón (429 a.c. – 348 a.c.) o Aristóteles (384 a.c. – 322 a.c), pensaban en un universo finito. No hay que olvidar que las cosmologías antiguas -en las que por otro lado se basa la Biblia-, como la babilónica o la egipcia, consisten en un universo finito, con forma y límites. Hasta la revolución Copernicana (siglos XVI y XVII), la cosmología más aceptada abogaba por un universo finito, algo que emanaba de la concepción ptolemaica heredada de Aristóteles y conservada por el cristianismo durante la Edad Media.

Tras varios siglos de pensar en un universo infinito, hoy día, la mayor parte de astrónomos vuelve a apostar por un universo finito, topológicamente ilimitado y abierto. Sin embargo, no se descarta la posibilidad de que pudiéramos habitar un universo infinito o, como abogan las teorías sobre el multiverso, en uno de los universos que forman parte de un conjunto infinito.

Así que no creo que debamos buscarle tres pies al gato. El bíblico escritor solo pretende realizar una comparación entre estrellas, granos de arena y el número de descendientes de David, basándose en las cosmologías al uso de la época.

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27. Génesis 22:17 Las Estrellas semejantes en Número a los Granos de la Arena del Mar. Sorprendentemente exagerado es el número de granos en la arena del mar, con todo, esta similitud se vio reflejada en la Biblia miles de años antes que los científicos hicieran de esta comparación algo verosímil.

Y dale con la arena y las estrellas…

Pues va a ser que no. Ya hemos comentado las dificultades de la estimación del número de estrellas en el universo observable, dificultades que también encontramos a la hora de estimar el número de granos de arena de los mares y océanos o del planeta entero. Pero precisamente, lo que hoy pensamos, según las estimaciones disponibles, es que ambos números no son para nada iguales. Existen muchas más estrellas en el universo observable (no digamos ya en lo no observable) que granos de arena en el mar. Descubrimientos recientes estiman que el número de estrellas en el universo podría estar en torno a 3×1022 (Dokkum & Conroy, 2010), y eso solo las que se encuentran al alcance de los telescopios actuales multiplicar por el volumen de universo inobservable supondría añadir algunos ceros más. Por el contrario, se estima que el número de granos de arena de todas las playas del planeta se estima en 7,5 x 1018 (McAllister, Hawai University), es decir, entre mil y diez mil veces menos.

Aquí, una galaxia espiral barrada...

Aquí, una galaxia espiral barrada…

No obstante, es necesario destacar que todo esto son meras estimaciones dependientes de muchos factores no conocidos, por lo que lo más adecuado sería decir que no sabemos con seguridad cuantas estrellas hay en el universo observable, ni cuantos granos de arena hay en el planeta Tierra.

Que no, que los antiguos solo estaban diciendo que ambos números eran muy grandes, incapaces de estimar siquiera órdenes de magnitud.

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28. Romanos 1:20-32 Rechazar al Creador resulta en Depravación Moral. El temor a Dios afecta la conducta y las acciones de cada individuo. La evolución permite el desenfreno y la depravación porque niega el Ser al cual el hombre se debe.

Simplemente insinuar que la ciencia ha demostrado que la evolución permite el desenfreno y la depravación, es una ofensa al intelecto más obtuso. La evolución permite el desenfreno de igual forma que un frigorífico permite la lotería primitiva. Es decir, no tiene absolutamente nada que ver, ni la evolución con el desenfreno, ni el frigorífico con la lotería, ni el culo con las témporas.

La verdadera depravación es la que presenta el fondo del argumento. Esta gente necesita la existencia de un dictador sobrenatural que imponga una moral que serían incapaces de seguir sin la amenaza del infierno. Ante tal trastorno psicológico, llegan a creer que el resto de la humanidad está tan desequilibrada como ellos e inventa ateismos, darwinismos y naturalismos para poder follar como locos.

Lo más científico que se puede hacer con este razonamiento es aconsejar a quien lo escupió que acuda velozmente al psiquiatra.

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29. Job 38:29-30 Una Era de Hielo. Previo al Diluvio la Biblia no menciona nada sobre el hielo, sin embargo, después de este suceso, en ella se encuentra esta magnífica declaración: “Por el soplo de Dios se da el hielo, y las anchas aguas se congelan” (Job 37:17).

Venga! y el champaña brota de los árboles porque de las manzanas se obtiene la sidra, y como el Pisuerga pasa por Valladolid, las monjas de clausura adoran el Heavy Metal.

Y aquí, la glaciación Würm

Y aquí, la glaciación Würm

Job 38:29-30 dice: «¿De qué vientre salió el hielo? Y la escarcha del cielo, ¿quién la engendró? Las aguas se endurecen a manera de piedra, y se congela la faz del abismo.» (Reina Valera Gómez, 2010). Si de ahí se puede desprender que hubo un Diluvio y luego una edad del hielo, ni me quiero imaginar lo que podrían hacer con los textos de Nostradamus.

De nuevo sacado de contexto (estamos con el mismo interrogatorio de Dios a Job que tratamos unos capítulos antes) e interpretado de forma más libre que un iPhone con Jail Break…

Siendo literalistas, y según estos señores, la ciencia debe haber demostrado que el hielo se caga (por eso del vientre). Y yo sin enterarme…

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30. Jeremías 1:5 La Vida Comienza en la Fertilización. La pena de Dios sobre el aborto es la muerte (Éxodo 21-22-23). Hoy es un hecho biológico irrefutable que cuando el ovulo se fertiliza se concibe un ser humano. Ya nada se le añade a esa célula sino solo oxigeno y alimento, lo mismo que un adulto requiere para sobrevivir.

Vayamos por partes: Jeremías 1:5 dice «Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que salieses de la matriz te santifiqué, y te di por profeta a las naciones.» (Reina Valera Gómez, 2010).

En primer lugar, Jeremías no habla de fertilización, ni de cuando comienza la vida. En segundo lugar, no es necesario el auxilio de la física cuántica para saber que un niño nace del vientre de una madre. En tercer lugar, que la ciencia haya corroborado que los niños nacen de una madre embarazada, no convierte en visionario al escritor, por mucho que perpetrara la profecía hace más de 2.000 años.

Lo del aborto, el oxígeno y el alimento, muy instructivo, pero el bueno de Jeremías solo hablaba de que los niños se forman en el vientre de una madre, algo que saben hasta los chimpancés.

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31. Job 10:8-12 El Desarrollo del Embrión. Hasta la segunda mitad del siglo 18, la embriología era más una materia de especulación que de conocimiento. Fue Caspar Friedrich Wolff quien introdujo la teoría de que las células en un principio no diferenciadas, se diferenciaban para producir tejidos y órganos, tal como se narra en Job: “Me vestiste de piel y carne, y me tejiste con huesos y nervios”.

Ilustración del desarrollo embrionario de un mamífero bípedo. Obsérvese el blastocele y el hueco del mesodermo a partir de noveno día.

Ilustración del desarrollo embrionario de un mamífero bípedo. Obsérvese el blastocele y el hueco del mesodermo a partir de noveno día.

Aquí ya debió tomar el relevo José Mota. Resulta que el saber de la existencia de  piel, carne, huesos y nervios (la traducción de este último término es ambigua, y suele asociarse a «tendón» o «nervio») significa que los pastores nómadas dominaban la embriología comparada de vertebrados.

Una cosa es que los antiguos conocieran los huesos, la «carne», la piel y los tendones (eran antiguos, pero no imbéciles) y otra muy distinta que eso signifique que sabían cómo se diferenciaban las estirpes celulares a partir de células totipotentes. Vamos que, a este paso, no me sorprendería leer que lo de la manzana y la serpiente suponga una demostración de que los hidratos de carbono se descomponen en monosacáridos mediante enzimas digestivas.

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Pero puestos a imaginación interpretativa, atentos al «hecho» 32:

32. Salmo 139:13-16 El ADN. Durante los 1950s, Watson & Crick descubrieron el plano genético para la vida. Tres mil años atrás la Biblia hace referencia a este código escrito en cada organismo vivo. “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”.

 

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