jueves, 7 de abril de 2022

El Ser Imaginario - Capítulo 11

El Ser Imaginario - Capítulo 11 (¿Quién es en Realidad el Ser Imaginario?)

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"La razón por la cual los mortales están tan sujetos al miedo, es que ven toda clase de cosas que suceden en la tierra y en el cielo sin causa discernible, y las atribuyen a la voluntad de un Dios."
Lucrecio, poeta y filósofo romano. (99 - 55 AEC)
 
La Ciencia ha puesto en evidencia, que somos maquinas biológicas no muy diferentes de otros mamíferos que habitan este planeta. Todos los estímulos a los que estamos expuestos, son percibidos por los sentidos y luego transformados en impulsos eléctricos que llegan al cerebro; el cual se encarga de interpretarlos y traducirlos en acciones o sentimientos.
 
Si bien, poseemos el intelecto más desarrollado del reino animal, no en todos nosotros se percibe una brillantez innata o características destacables. Sólo unos pocos seres humanos, son capaces de trascender los estándares y resaltar intelectualmente. Para la gran mayoría, desarrollar su capacidad analítica, es poco relevante, ya que ciertos factores externos determinan su manera de comprender el entorno, y, en ocasiones, obligan a priorizar aspectos más inmediatos relacionados con la subsistencia. El desarrollo racional de estas personas, se ve determinado por dichas situaciones, y es poco probable que realicen juicios críticos sobre sus creencias. (1)
 
Irónicamente, el hombre ha sido víctima de su entendimiento del mundo, ha interpretado erróneamente y obtenido explicaciones basadas en su desconocimiento. En consecuencia, ha permitido que se perpetúen sistemas de pensamiento, obsoletos y desfasados con respecto a su nivel de conocimiento. La creencia en la existencia de dioses o espíritus, no tiene lugar en el repertorio de hipótesis orientadas a explicar la realidad. Es una categoría forjada por la invención animista, ya en la prehistoria del ser humano, y constituye el motor de la religión; es el origen de las creencias.
 
Los seres humanos, nos hemos basado en nuestro instinto, lo que provocó que, la razón, nuestro verdadero medio para el entendimiento, quedase relegada ante concepciones precarias e infundadas.

Mecanismos tales como la fe, no tienen otro fin más que legitimar la necesidad de creer en algo. Dios, se manifiesta como un ente imaginario que satisface una necesidad; se aplaca la desdicha a través de un placebo mental. Las religiones, por su parte, ofrecen el medio para legitimar tal necesidad, y compartir con otros la ilusión del placebo imaginado.
 
Los comportamientos del grupo, son asimilados como propios, ya que esto brinda un sentido de pertenencia. Un cristiano, desea ser reconocido como tal, y más aún; él desearía poder inculcar su visión en cada individuo que lo rodea, ya que, si el entorno acepta a Dios, lo acepta también a él. Tenemos entonces que, cuando un sujeto intenta difundir su creencia, está también persiguiendo aceptación; dado que él es su creencia y no existe algo externo que aceptar, salvo una imagen mental del Ser imaginado. He aquí una de las principales falencias del cristianismo, el dilema de aceptación o rechazo.

Retrocedamos hasta el Capítulo Uno:
 “Supongamos que existiera una entidad superior a nosotros que hubiese originado el Big Bang. Simplemente, no podríamos saberlo; y este es el punto precisamente. De existir, dicho ente sería totalmente irrelevante para nosotros, como nosotros para él”
 
Incluso de suponer la existencia de un ente creador, no tenemos evidencia en la cual basarnos para asegurar que éste nos tiene en cuenta o espera nuestra veneración; desconoceríamos, desconocemos su naturaleza y deseos, por lo tanto, no hay razón para venerar a dios alguno. Entonces, todo planteo de aceptación o rechazo de lo no evidenciable, es erróneo, ya que, si el sujeto debe ser aceptado o rechazado, éste debe, en primer lugar, ser definido y evidenciado; ¿de qué otra manera podría cualquiera aceptar lo que no conoce? De hecho, no se acepta o se rechaza aquello de lo cual nada se sabe, ya que no es posible rechazar aquello que no está en ninguna parte.
 
Existe una concordancia entre la dicotomía de aceptación o rechazo que el cristianismo plantea, y el actuar de todo creyente cuando intenta trasmitir su creencia a terceros.

La verdadera razón para que tales procesos sean incorporados sin notar la evidente contradicción, subyace en la ausencia de crítica constructiva con la que estos individuos fueron formados. Se trata de personas que provienen de hogares donde todo se explicaba a través de entidades sobrenaturales, y las consecuencias de sus actos eran –hipotéticamente- la voluntad de dioses y santos. O, en su defecto, hablamos de individuos que han asimilado el discurso doctrinario al que han sido expuestos e intentan proyectarlo en su entorno.

El evangelismo por ejemplo, suele funcionar de manera tal, que construye en el individuo una suerte de necesidad de divulgación; un sentido de obligación de difusión del “mensaje divino”, y el sentimiento de estar obrando en función de una verdad incuestionable, que su grupo doctrinario ponderará en función de qué tan efectivamente el sujeto la inculque en su ámbito social. El evangelismo, es un sistema de adoctrinamiento de grupos, no de individuos; es ciertamente una doctrina orientada a la puesta en práctica del paradigma de aceptación o rechazo que el discurso cristiano utiliza para reforzar sus filas, sustentar la propagación ideológica y orientar la compresión del individuo hacia una visión masificada que anule el pensamiento individual.
 Una manera muy efectiva de adoctrinar fieles, es haciéndoles creer que ejercen sus libertades, es decir, promoviendo un discurso de libre decisión, donde los individuos supongan que su accionar ha sido determinado por ellos mismos, en lugar de percatarse de la influencia del grupo sobre ellos.

También la absolutización del mensaje, juega un rol importantísimo en el afianzamiento del paradigma de aceptación o rechazo. Se trata de una manera de legitimar las ideas, indistintamente de la validez de las mismas, y sirve también de catapulta para la incorporación de grupos de individuos al culto. Este modo de transmisión, común también al cristianismo evangélico, implica la afirmación de propuestas con base en que “Dios así lo quiere”, o bien, en invocar el nombre de “Dios”, en cada oportunidad que se requiera atribuir autoridad a una consigna; lo que convence al sujeto de estar difundiendo una verdad absoluta, un mensaje objetivo que no puede ser más que la pura verdad. Esto también permite que grandes grupos, usualmente familias, incorporen prácticamente sin análisis alguno, toda clase de fundamentos doctrinarios, dado que éstos llegan de manos de unos muy convencidos y bien intencionados familiares.
 
El dogma, es el conocimiento no demostrado que lleva al adoctrinamiento, y cultos como el evangélico son, de hecho, en extremo dogmáticos. Es allí precisamente, donde subyace la estructura de la propagación ideológica del cristianismo. El dogma, es también la ausencia de pensamiento razonable; es la imposición de opiniones cuya autoridad proviene de una fuente que no otorga a la razón, su rol de mediador en los juicios intelectuales. (2)
 
Los sistemas doctrinarios como el evangelismo, aniquilan la autonomía de los individuos con discursos de castigos infernales, o bien, lo hacen fomentando la adulación de características que el mismo culto asigna al individuo. Alentar actitudes, otorgando escalafones y grados de “espiritualidad”, son moneda corriente como intercambio, al momento de requerir la divulgación del discurso o la incorporación de familiares y allegados al culto.

Los sistemas de pensamiento de base dogmática, desconocen la necesidad de la explicación acerca del objeto al cual el dogma se refiere, es decir que, no se accede a éste por medio de conocimiento alguno, sino a través de un “conocimiento revelado”; de la presunción que el objeto de adoración es verídico o legítimo desde su concepción, sin necesidad de referencia a racional de cualquier tipo.
 
La persona influida por la religión, no valida a quien intenta superarse a sí mismo. No apoya a quien asume la realidad; aquel que procura vivir de una manera tal que los designios de lo que no le consta existente, le son irrelevantes por simple sentido común. Entonces, no se interesa por los valores del ser humano, sino por aquellos que una moral de grupo le han demostrado funcionales para obtener un supuesto rédito en un cielo imaginario.
 
El dogma es la antítesis de la razón, la negación de la inteligencia como medio para reconocer la verdadera naturaleza de las propuestas religiosas. Es también, un medio conveniente para limitar la libertad intelectual de los fieles, y retrotraer sus mentes a un estado de precariedad, del que sólo el conocimiento los podría liberar. (2)
 
La verdadera respuesta acerca de quién es en realidad el Ser Imaginario, se encuentra en cada una de las personas que lo creen real; los que ya han obtenido el rédito de una comodidad basada en el estancamiento intelectual y la negación del deber moral de pensar.
 
Analicemos el sistema ilusorio e inmoral que las religiones pregonan, y encontraremos que allí nada hay para el hombre. Comprendamos la negación de lo tangible que la concepción de seres divinos implica, y recuperemos en nombre de la razón, el lugar de privilegio que la credulidad le arrebató en favor de la ignorancia. El hombre debe retornar al lugar que le pertenece en la Naturaleza, como un producto de la Evolución; ya sin las concepciones imaginarias que han servido para alejarlo del sendero de la razón y sumirlo en las profundidades del reduccionismo intelectual.
 
Dios, es una hipótesis, y como tal, necesita la prueba para ser fundamentado y transportado a la realidad tangible. No es posible sostener su existencia con base en supuestos; en experiencias imposibles de ser verificadas o reproducidas, de manera que otros puedan experimentar dicha existencia. Entonces me pregunto; ¿De qué hablamos cuando hablamos de Dios? ¿Podemos cuantificar, definir o clasificar a este hipotético Ser creador? Evidentemente no; ¿y por qué sucede esto? Precisamente porque se asume su ausencia como una condición necesaria para un Ser sin substancia. Entonces, si la única posibilidad de existencia del sujeto es una de naturaleza subjetiva; ¿cómo podemos aseverar que éste no es sino una proyección de la mente?

Aparentemente Dios existe, sólo que lo hace de manera complementaria a la necesidad que de él tienen los mismos que sostiene su existencia; lo que en términos lógicos podemos entender, como una construcción fantástica e inverosímil. Dios es, en definitiva, la consecuencia de una interpretación errada de los fenómenos que nos rodean.

1. Las diferencias intelectuales entre los individuos, han sido valoradas históricamente, siempre se ha admirado a los seres humanos que se destacaban por su capacidad intelectual. Debido a la evidente diferencia intelectual entre las especies animales, durante mucho tiempo se atribuyeron dichas diferencias intelectuales entre seres humanos a características anatómicas y fisiológicas, especialmente al tamaño del cerebro, el tiempo de acción refleja o incluso la fuerza con que se aprieta el puño, entre otras posibilidades. Bajo la influencia de la teoría de Darwin sobre la Evolución de las Especies y el origen del hombre, a fines del siglo XIX, Galton estudió con detenimiento, las posibles características organísmicas en las que se basaba la mayor o menor inteligencia.
 
2. La palabra "dogma", de origen griego, significa "doctrina fijada". Para los primeros filósofos significó "opinión". El dogmatismo, opuesto al escepticismo, es una escuela filosófica que "considera a la razón humana capaz de conocer la verdad, siempre que se sujete a métodos y orden en la investigación, dando por supuestas la posibilidad y la realidad del contacto entre el sujeto y el objeto". Kant habla del dogmatismo en la crítica de la razón pura "el dogmatismo es el proceder dogmático de la razón pura sin la crítica de su propio poder.

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