jueves, 7 de abril de 2022

El Ser Imaginario - Capítulo 1

 
El Ser Imaginario - Capítulo 1 (Negación de la Razón)

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“Dios, o más bien la ficción de Dios, es pues, la consagración y la causa intelectual y moral de toda esclavitud sobre la Tierra, y la libertad de los hombres no será completa más que cuando hayan aniquilado completamente la ficción nefanda de un amo celeste.”
 
Mijaíl Alexándrovich Bakunin, pensador revolucionario ruso. (1814 - 1876)

Razón - (La facultad del hombre que consiste en pensar de un modo coherente, el complemento de la experiencia y la guía para las acciones deliberadas.)
 
El cuestionamiento, en su faceta más primaria, es la base del entendimiento. Somos seres pensantes, inquisitivos, y por ende, seres racionales. ¿Por qué somos diferentes de otras criaturas que habitan este planeta? Porque nuestra naturaleza inquisitiva nos diferencia de las bestias. Ahora bien, existen personas incapaces de concebir que no es necesario un creador para que el Universo exista, y argumentan que éste es obra de un Ser sobrenatural. ¿Por qué estas personas explican eventos naturales a través de entidades divinas? Tal vez porque creer es más sencillo que pensar, he aquí también el porqué hay más creyentes que pensadores. (1)

Gracias a la Termodinámica, hoy sabemos que la materia que compone el Universo, sólo cambia de forma, no surge ni desaparece, y, por lo tanto, prescinde de un creador para existir.
 Los científicos están de acuerdo, en que el Big Bang tuvo lugar hace unos catorce mil millones de años. Básicamente, fue el momento en que una singularidad produjo que toda la materia se expandiera desde un punto de densidad infinita. Encontramos en este modelo, la explicación más aceptada por la Ciencia actualmente y el fundamento físico del inicio del Universo como lo conocemos. Tampoco tenemos dudas sobre el origen de la vida en la Tierra, ya que podemos afirmar -con mínimo margen de error- que el concepto de origen de la vida a través de procesos naturales aleatorios o Abiogénesis, es la más acertada y realista explicación al respecto. (2) Por otro lado, la Evolución no es ya una hipótesis, se han hallado cientos de fósiles, y cada eslabón, no sólo del hombre, sino de muchos otros animales en sus periodos intermedios; son la prueba indiscutible de ello.

Teniendo en cuenta lo expuesto, si ignorásemos el conocimiento científico que nos clarifica los procesos que dieron origen a nuestro universo y posteriormente a nosotros mismos; estaríamos menospreciando nuestra capacidad intelectual. Por otro lado, si algunos individuos explican estos mismos acontecimientos de una manera absolutamente fantástica, debemos pensar que desconocen, y, en consecuencia, crean sus propias explicaciones imaginarias. De tal manera, podemos entender que la necesidad de explicar todo por medio de seres sobrenaturales es, entre otras razones, un síntoma del desconocimiento.
 
El conocimiento es para el ser humano, la herramienta más efectiva que posee para el desarrollo tecnológico, social y cultural. La Ciencia nos ha brindado ese conocimiento, mismo que nos permitió comprender sobre la Naturaleza y sobre nosotros mismos.
 La Ciencia ha construido nuestro entendimiento con base en el escepticismo, se ha cuestionado la naturaleza de las cosas y nos ha permitido surgir como especie dominante de nuestro planeta. La Religión en cambio, se sustenta en “conocimiento revelado”, uno carente de bases objetivas, y fundamentado en la veneración de seres incomprobables. La Iglesia Cristiana por su parte, ha proyectado durante siglos su autoridad moral sobre la humanidad, (3) incluso cuando es tan evidente su ausencia de autocrítica y lejanía del contexto real. Guerras santas, inquisiciones y demás atentados contra la integridad de las personas, son algunos de los recuerdos de las masacres que este sistema de pensamiento oscurantista y totalitario ha llevado a cabo durante su historia.
 
¿Que tenemos entonces? Una creencia evidentemente infundada, un dios indemostrable, principios inmorales y contradictorios con nuestra naturaleza; en resumen: una fórmula pensada para personas desinformadas o intelectualmente rezagadas.

Protágoras de Abdera, filósofo griego; afirmaba que de los objetos, conocemos, no lo que son, sino lo que nos parecen, no la esencia sino la apariencia. De lo cual se deduce que las interpretaciones, no son más que proyecciones subjetivas sobre nuestra percepción del mundo. En pocas palabras, no se infiere lo objetivo a partir de lo subjetivo, o, lo que es lo mismo, no se interpreta la realidad a partir de una concepción que sólo se desprende de nuestra imaginación.
 Y la Religión hace precisamente eso, sostiene la existencia de seres que no podemos percibir o evidenciar de manera alguna; todo desde el absoluto desconocimiento sobre lo que pregona. Es decir que, infiere lo objetivo a partir de lo subjetivo.
 
Toda creencia religiosa es igualmente carente de fundamentos y corrosiva para el intelecto. El cristianismo en particular, utiliza herramientas de limitación del pensamiento, que le posibilitan funcionar de manera separada de la razón, mismas que le han permitido subsistir a lo largo de la historia:

La fe:
 
Supongamos que un niño preguntase a su padre sobre el origen de nuestro mundo, y luego imaginemos la respuesta de un padre adoctrinado al cristianismo:

“Todo comienza hace aproximadamente seis mil años, Dios creó la Tierra, al hombre y a todos los animales y plantas que habitan en ella, tal como los conocemos hoy día. Todo en seis días y al séptimo descansó.”
 
Evidentemente, esta pretendida explicación es mera fantasía, y apela a la ingenuidad del niño para obtener credulidad, ya que, si uno no hubiese escuchado semejante historia de niño y se la relataran en la adultez, muy posiblemente no tendría el mismo efecto. No hay tampoco referencia alguna a la Evolución de las Especies, los dinosaurios o la edad real de la Tierra, siendo que hay vida en este planeta desde hace 600 millones de años, y el mismo existe desde hace unos 4650 millones. Por lo tanto, es sencillo notar lo inverosímil de esta explicación mitológica y carente de fundamentos, según la cual, aparecimos mágicamente hace seis mil años, descartando a Darwin, los restos fósiles y toda evidencia evolutiva desde los primeros homínidos hasta el Homo Sapiens.
 
No menos importante es señalar, que esto imposibilitaría la existencia del ser humano, ya que lo desfasa cronológicamente de la realidad, dado que, si aparecimos en la Tierra hace seis mil años, y los que la poblamos somos descendientes de los creados por Dios en aquel momento, en un único lugar físico; ¿cómo sería posible que todos los continentes estén poblados, si Pangea, el súper continente que agrupaba América, Europa, Asia, África y Oceanía, comenzó a separarse hace 200 millones de años?

Evidentemente, no podemos ser descendientes de una única rama de humanos, ya que no habría manera que éstos se hubiesen diseminado a través de los continentes ya separados. La realidad, es que cada continente albergó diferentes grupos de personas con disímiles niveles evolutivos.
 
Comencé afirmando que la naturaleza inquisitiva del hombre lo diferencia de las bestias, sin embargo, el ejercicio de la fe, lo hace menos analítico y lo aleja de la realidad para situarlo en un contexto supersticioso y mitológico. ¿Y qué es la fe después de todo, sino creer en algo sin necesidad de comprobar nada? Algo así como la más grande excusa para no pensar. Esto es la fe, nada más ni nada menos que la ausencia de cuestionamiento y el principal enemigo del raciocinio.

La fe se ha transformado en la antítesis del método científico. Éste se basa en el cuestionamiento y el escepticismo. La Ciencia no pregona su verdad, más bien la busca incansablemente. Los conceptos religiosos en cambio, no son objeto de análisis, sus bases son inexistentes y no se permiten los cuestionamientos. Las cosas son como son, porque un Ser inobjetable así lo determina. Por lo tanto, ubica a las personas en una situación de estancamiento intelectual, en la que no es necesario el cuestionamiento, y las respuestas más insignificantes cobran estatus de verdades incuestionables. El sistema religioso, con sus dogmas y misterios, no ha hecho más que destruir la razón en nombre de la superstición, tornando retorcidas las más evidentes verdades; en pos de imponer una versión desfigurada de la realidad.

La fe no es una virtud, es más bien un inmenso defecto. Mientras menos evidencias se poseen de la existencia de algo, más fe se requiere para creer en ello. En consecuencia, se es, más crédulo, menos inquisitivo, y, en definitiva, más manipulable. Básicamente, la fe limita a las personas, y, en mi opinión, las sitúa en un estado de ausencia de madurez intelectual. Es como si el creyente reafirmara lo que aprendió a los 6 años de edad, sin haber cuestionado nada desde entonces.

Nuestra naturaleza nos torna vulnerables a mitos de todo tipo, pero necesitamos reemplazar las credulidades de la infancia, por el escepticismo constructivo de la adultez. La fe es inversamente proporcional al conocimiento y al uso de la razón, no necesitamos inventar un dios en el cual creer, necesitamos creer en nosotros mismos. [Ver Capítulo 7]
 El temor de Dios:
 
Proverbios 16:6:
 
“Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor de Jehová, los hombres se apartan del mal “

El temor lleva al dolor del corazón por el pecado, nos diría San Agustín. Se trata de una advertencia para quienes pretendan transgredir la ley de Dios, pero implica más que temor en el sentido literal. Se refiere a consciencia y reflexión acerca de nuestros actos en presencia de Dios.
 
La visión cristiana supone que, sin temor de Dios, o consciencia de estar siendo observados, nadie ejercería juicio moral sobre nosotros y pecaríamos constantemente. Por tanto, el libre albedrío que define el cristianismo, es ficticio. Si Dios es el conocedor supremo y la medida del buen actuar, más no hay en él sino ánimos de imponer una moral objetiva e incuestionable, estamos entonces frente a una desnaturalización de las libertades, y, por tanto, en ausencia de cualquier posible criterio de autonomía intelectual. Es decir, cuando el amor no funciona, el temor debe inspirarnos respeto. Encontramos entonces, que la contradicción por oposición entre temor de Dios y el libre albedrio es evidente, ya que, no es el hombre quien define un criterio ético, sino que, el parámetro religioso, pasa a ser el determinante del ser o no moral.
 
Nuestro verdadero sentido del bien y del mal, nada tiene que ver con religión. La moral se desprende de nuestras experiencias, no de mitos incomprobables que nada nos dicen de nosotros mismos. No existe negación más infame ni criterio más perverso, que optar por minimizar al hombre, con el único fin de promover la insignificancia del intelecto.
 Debemos entender que sin autoestima intelectual cualquiera podría controlarnos. Después de todo, no seríamos lo suficientemente valiosos como para ser libres, y podríamos tomar cualquier filosofía como propia, es decir, no confiaríamos en nosotros mismos. Eso es precisamente lo que el cristianismo persigue a través del temor de Dios, seguidores con baja autoestima y fácilmente influenciables. [Ver Capítulo 8, 12]
 
Tenemos la potestad sobre nuestro planeta. Nuestra capacidad cognitiva nos pone en superioridad de condiciones con respecto a toda forma de vida en él, por tanto, podemos concluir que somos la mayor autoridad de este mundo. No existe nada superior a nosotros. Una frase de Sigmund Freud, es más que apropiada en este sentido:
 “Los sentimientos de amor y temor de Dios, no tienen origen en Dios, sino en los seres humanos. Son sentimientos de frustración, dirigidos por el hombre hacia un ser imaginario que pretende sea su padre. “
 
Lo que las creencias como el cristianismo no contemplan, ya que se basan en mitos, es que no estamos en el oscurantismo; en la ignorancia de creer que todo es atribuible a dioses y demonios. La Ciencia existe, y el conocimiento está al alcance de la mano, ¿por qué no entonces tomar posesión de nuestro destino e ignorar los criterios absurdos? Tal vez porque esto es lo que la Religión nos cercena en primera instancia. No nos equivoquemos, el peor daño que la Religión provoca en el ser humano, además de no permitirle la maduración intelectual, es el de transmitirle ideas que no son analizables, dado que son inculcadas como sagradas. No se permite ir más allá de estas ideas, ya que se estaría negando el principal precepto: la fe.

 Los conceptos de fe y temor de Dios, son en realidad reinterpretaciones actuales de fragmentos bíblicos, por lo tanto, tienen más que ver con manipulación de voluntades, que con la creencia en sí misma. La manera en que el cristianismo interpreta el relato bíblico, es, de hecho, una basada en su propia necesidad de subsistencia. Conceptos como la fe y el temor de Dios, son el resultado de dichas interpretaciones. Estos conceptos, se inculcan con el único fin de difundir la necesidad de reverenciar a fuerzas sobrenaturales que hipotéticamente actúan sobre nosotros. Dicha necesidad inculcada, resulta ser el factor determinante para la adopción de creencias y la consecuente abstracción del contexto real que éstas representan. Y precisamente en este punto, cuando la negación es asimilada y se afianza en el individuo, toda situación de índole cotidiana, pasa a ser entendida como el resultado de designios sobrenaturales, y, por tanto, sus razones se asumen como ajenas al entendimiento humano.
 
¿Qué puede ser más apropiado para sostener un fraude, que apelar al accionar de seres cuyo propósito nos es desconocido?
 
Se evidencia en esta anulación intencional del cuestionamiento, una de las principales causas del estancamiento intelectual que las religiones fomentan y legitiman en nombre de su propia subsistencia. Debemos entender, que toda negación del intelecto, es un atentado a la razón y el sentido común. No podemos tampoco olvidar que el cristianismo es, en todo el planeta, uno de los más efectivo placebos sociales, un fundamento para el conformismo intelectual y la principal razón por la cual muchos conflictos han sido legitimados. Por otro lado, la Biblia ha pasado a ser el fundamento de los más inmorales actos en nombre de lo intangible, así como el más difundido de los textos dogmáticos de la historia.
 
Todas las religiones poseen textos dogmáticos, la Biblia en particular, resulta ser un compilado de libros de diferentes autorías; y es necesario interpretarla con objetividad para encontrar en ella las inconsistencias sobre las cuales el cristianismo erige sus cimientos. Básicamente, se trata de una compilación de 66 textos, escritos por más de 40 diferentes autores, que en un principio eran llamados “libros”. Fue escrita a lo largo de aproximadamente 1600 años. (4) Hoy día, aproximadamente el 90 por ciento de la población mundial tiene acceso a ellas, dada la inmensa difusión del cristianismo y una doctrina ideológicamente absolutista que desconoce fronteras físicas.
 
Cabe resaltar, el vuelco que las Biblias actuales han dado para encajar, o más bien ajustarse a una explicación realista de la creación. Las versiones actuales, reconocen la enormidad de tiempo que fue necesario para que se formara la Tierra, así como también para que pudieran explicarse los restos fósiles de animales que desaparecieron hasta la actualidad -como los dinosaurios, y muchos animales marinos prehistóricos. Así, las Biblias actuales dejaron de lado los tradicionales seis mil años, por millones de años, y, posteriormente, por miles de millones de años. Esto se debe a que no hay manera de negar la inmensa evidencia científica al respecto de los seres que habitaron la Tierra antes que el hombre. Con estas aclaraciones y adaptaciones, la Biblia se destruye a sí misma, peca de contradictoria, y, por lo tanto, de inverosímil.
 
La explicación más realista que el ser humano posee sobre el origen del Universo es el Big Bang. Ahora bien, supongamos que existiera una entidad superior a nosotros que hubiese originado el Big Bang -teoría creacionista del Diseño Inteligente. [Ver Capítulo 4] Simplemente, no podríamos saberlo; y este es el punto precisamente. De existir, dicho ente sería totalmente irrelevante para nosotros, como nosotros para él, ya que no poseemos evidencia alguna de su existencia. Entonces, la imagen de dios verdadero y creador de todo, es pura palabrería de sus propios creadores; ¿y quiénes son sus creadores sino los propios hombres? No es Dios quien crea al hombre, sino el hombre quien fantasea que Dios existe; y crea un Ser a su imagen y semejanza.

He aquí uno de los mayores signos de negación de la razón. La Religión, el sistema mitológico que alejó al hombre del sendero de la verdad y fomentó la idolatría de seres incomprobables e insensatos, propone hoy un modelo moral para la humanidad. Esta doctrina, que se sostiene obteniendo un rédito de la ignorancia, es quien define hoy día las nociones del bien y del mal para tres cuartas partes de la humanidad. Cuando el hombre pierde su libertad intelectual, cuando las doctrinas se apoderan del incauto y el interés por pensar se esfuma en la neblina de la fe; entonces el hombre ya no es hombre, sino el resabio de su truncada humanidad.
 

1. En el año 1950, Albert Einstein escribió en su obra “Out of My Later Years”: “Creer es más fácil que pensar. He ahí la razón de que haya más creyentes.” Reseña: (New York: Biblioteca filosófica, 1950), p. 27.
 
2. Existen diferentes teorías acerca del origen de la vida en la Tierra. Una de ellas, implica a factores bióticos que llegaron al planeta en los primeros estadios de su desarrollo, de todas formas, no existen otra explicación científica para la existencia de dichas formas primigenias más que la vida desde la no vida. Por tanto la vida, es en definitiva, siempre consecuencia de un proceso da Abiogénesis.
 
3. La ética cristiana, sostiene una moral objetiva e incuestionable, producto del entendimiento de los “designios divinos”. Todo acto contrario a lo que se entiende por, “Mandato de Dios”, es de hecho condenable; mientras que la fe permite un actuar consensuado por Dios.
 
4. La Biblia (del griego τα βιβλία, ta Biblia, “los libros”) es el conjunto de libros dogmáticos del judaísmo y el cristianismo. El valor canónico de cada libro varía dependiendo de la tradición. Se encuentra traducida a más de 2000 idiomas. El Génesis, fue escrito por Moisés en el año 1513, mientras que el último libro de las Escrituras, Evangelio de Juan, se escribió alrededor del año 98 de nuestra era; lo que nos da un total de 1600 años.

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