La moralidad de la Teoría de la Evolución
La Teoría de la Evolución darwiniana ha sido acusada desde su formulación en el siglo XIX como justificadora del racismo, los prejuicios y la homofobia, casi siempre por una comprensión errónea del concepto del proceso de la selección natural simplificado como «la supervivencia del más apto«. Sin embargo, un reciente estudio ha mostrado que, lejos de servir como excusa a la discriminación, las personas que aceptan el hecho evolutivo tienen menos prejuicios, son menos racistas, más empáticos con los inmigrantes y apoyan más la diversidad sexual que los que se oponen al dogma central de la Biología.
Un grupo de investigadores de diversos países han analizado la predicha (pero nunca demostrada) posible relación entre la aceptación de la Teoría de la Evolución y las actitudes discriminatorias de las personas. Para ello recopilaron datos de diferentes encuestas de opinión de 46 países de todo el mundo: EEUU (país cristiano con una mayoría de protestantes y fuerte presencia del catolicismo), 19 países de Europa del Este mayoritariamente ortodoxos, pero con relevantes poblaciones católicas o protestantes también, 25 países musulmanes (sunitas y chiitas) e Israel, una nación de mayoría religiosa judía.
Y los resultados en todos los países analizados fueron idénticos: la baja aceptación del darwinismo se vinculó con mayores sesgos hacia miembros del grupo de la propia persona, actitudes más negativas hacia las personas de grupos diferentes al propio y menor tolerancia por la resolución de conflictos étnicos o políticos. Así, uno de los autores indica que
Encontramos los mismos resultados cada vez, que es básicamente que aceptar la evolución se relaciona con menos prejuicios, independientemente del grupo en el que se encuentre, tras controlar todas las explicaciones alternativas.
Así en EEUU, la baja aceptación de la evolución humana se asoció con niveles más altos de prejuicios, actitudes racistas y apoyo a conductas discriminatorias hacia el colectivo LGBTQ, afroamericanos e inmigrantes. Además, entre los estadounidenses, una mayor oposición al fenómeno evolutivo se asoció con actitudes intolerantes y militaristas más fuertes hacia los grupos políticos minoritarios o extranjeros.
En el estudio basado en Europa del Este, donde los cristianos ortodoxos son mayoría, el apoyo a la evolución se vinculó con menos prejuicios hacia los gitanos, judíos o musulmanes. En el estudio que involucró a países del mundo islámico, el evolucionismo se asoció con una mayor tolerancia hacia cristianos y judíos. Y finalmente, en el estudio basado en Israel, las personas que aceptaban más el darwinismo eran más propensas a apoyar posibles acuerdos de paz entre palestinos, árabes y judíos.
Los autores encontraron también que la similitud percibida con los animales (una idea relacionada pero distinta de la aceptación de la evolución) se asociaba parcialmente al vínculo entre la aceptación de la evolución y menores prejuicios, incluso cuando se controlaban las creencias religiosas, las opiniones políticas y otras variables demográficas.
Los autores postulan que la aceptación de la Teoría de la Evolución puede expandir el «círculo moral» de las personas, lo que llevaría a la sensación de que «tenemos más en común que las cosas que nos diferencian». Y también indican que
enseñar la evolución parece tener efectos secundarios que podrían contribuir a una sociedad mejor o más armoniosa.
Y estos novedosos resultados no deberían llevar a sorpresa desde el punto de vista conceptual. Las personas que comprenden la Teoría de la Evolución saben que todos los humanos pertenecemos a una misma gran familia, ya que compartimos ancestros comunes, que no hay humanos «superiores» o «inferiores» sino poblaciones adaptadas a las condiciones locales de su entorno (geográficas, climáticas, etc.) y que además incluso formamos un todo (sin privilegios antropocéntricos) con el resto de especies que existen y han existido a lo largo de la dilatada historia evolutiva de la vida hasta llegar a esa bacteria primordial de la cual todos procedemos. Por tanto, no sería extraño que un futuro estudio similar acerca de las aptitudes frente a la dicotomía conservación/explotación de nuestro planeta mostrara similares conclusiones: que los evolucionistas están más concienciados por el planeta que aquellos otros que demasiadas veces presumen de “altos” valores morales.
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